odos ellos, de una u otra manera, forman parte del complejo entramado festivo que ha conseguido situar a Pamplona como un referente mundial del jolgorio, gracias a una mezcla única de celebraciones oficiales y populares consagradas por el peso de la tradición difícilmente imitable por muchos ropajes blancos y rojos o encierros que se monten en otras localidades.

Desde la grada de los tendidos de sol, los mulilleros, los integrantes de la banda de danzares, de La Pamplonesa, los txistularis o portadores de la imagen del santo en la procesión, el sentimiento de decepción y tristeza ha sido unánime. Como para el resto de los pamploneses, a ninguno de los 11 personajes entrevistados les ha cogido por sorpresa la decisión de suspender los Sanfermines a la vista de la evolución de la pandemia y coinciden en señalar las graves repercusiones que la medida va a ocasionar, sobre todo en términos económicos pero también emocionales.

Difieren en cómo piensan abordar personalmente el próximo 6 de julio, que pese a la suspensión llegará inevitablemente, como lo hará el 7 de julio y el 14, con un Pobre de Mí que la ciudad comenzó a entonar nada más conocer que no habrá Fiesta este año.

Con el panorama lleno de incógnitas sobre lo que se podrá o no se podrá hacer según determinen las autoridades competentes dentro de algo más de dos meses, los hay que piensan tomárselo como si el Chupinazo estuviera a punto de explotar en la Plaza Consistorial, con menos gente eso sí; los que tienen claro que se vestirán de blanco y con el pañuelo anudado al cuello desde el mediodía; a los que les gustaría desaparecer de la faz de la tierra durante estos 9 días; los que lo tienen asumido; los que ya están pensando en septiembre o en 20121 o quienes consideran que en este contexto de crisis sanitaria y social resulta una frivolidad pensar en celebraciones.

Así es Iruña. Diversa por sus cuatro costados. Como sus fiestas.