- “Con tal de que dos personas no enfermen ya me doy por satisfecho”, asegura Igantzi Jauregi Ezkurra, un hostelero de Etxarren que se vio obligado a cerrar su restaurante tras la declaración del estado de alarma pero que sigue entre pucheros para ayudar a otras personas. Y es que da comida caliente a camioneros y trabajadores a cambio de la voluntad, un dinero con el que ha comprado material sanitario para proteger a la ciudadanía y hacer frente así a la lucha contra el coronavirus.

Este joven de 30 años regenta Iratzar, un restaurante a pie de la Autovía A-10, muy cerca de Irurtzun, junto a la gasolinera de Etxarren. Así, buena parte de su clientela son transportistas, otros de los héroes de esta pandemia; los encargados de que los estantes de los supermercados estén bien surtidos y de que no falten otros productos básicos. Pero con la crisis sanitaria y el cierre de muchos restaurantes de carretera tienen más dificultades para encontrar algo caliente que llevarse a la boca.

“Los camioneros se quejaban de que no encontraban sitios abiertos y también de que estaban desprotegidos, sin mascarillas”, recuerda Igantzi Jauregi. “Pensé que tenía que hacer algo y empecé a darles menús en tappers. Verles la cara de agradecimiento no tiene precio”, asegura. Lo cierto es que estos menús no tienen asignada una cantidad, cada persona paga lo que le parezca, un dinero que va a parar a una caja que destina a ayudar a más personas. “Les digo que es la voluntad. Hay algunos camioneros que me han dado 20 euros por un menú”, comenta. Asimismo, ofrece bocadillos calientes y cafés.

De esta manera, en pocos días, juntó 800 euros. Por una amiga de un grupo de costura de Lekunberri que confeccionaba mascarillas supo de primera mano de la necesidad de material sanitario y desinfectantes para frenar la propagación del coronavirus. “Se me ocurrió hablar con la empresa que nos suministra productos de limpieza, Guk, para comprar geles hidroalcohólicos, guantes y desinfectantes”, señala, al tiempo que destaca que esta empresa aportó un 30% de la factura. Así, repartió este material entre personas de la zona, camioneros y también entregó una parte a la Policía Foral.

Después reunió 700 euros más que destinó para la compra de material para confeccionar mascarillas. “Tenían una lista de espera de 15-20 días. Encontramos un proveedor que vendía un material homologado y un taller de costureras de Arakil ha confeccionado 1.000. La mayoría, 800, se están repartiendo en el valle”, apunta. Al respecto, señala que estas mascarillas ofrece una alta eficacia de filtración bacteriana, del 95% según ensayos realizados por la Asociación de investigación de la industria textil. “Tienen tres capas. La primera y la tercera es de un tejido especial que no traspada líquidos y otra capa intermedia absorbente”, explica.

Y es que Igantzi Jauregi quiere que todas las personas se protejan, por uno mismo y por los demás, un esfuerzo común para poder salir lo antes posible de situación y retomar una normalidad llena de incertidumbre. “Hay que concienciar a la gente. Cuánto antes arranquemos mejor”, observa. Lo cierto es que está deseando de volver a abrir las puertas de su restaurante y de que sus compañeros, ochos trabajadores en ERTE desde el 15 de marzo, vuelvan a cruzar la puerta de Iratzar. “Aunque aceptaron el expediente, todavía no han cobrado ninguna prestación”, apunta. Transcurridos más de 40 días sin ingresos mientras que las facturas siguen llegando, esta semana ha comenzado a ofrecer un servicio de menús, raciones y bocadillos a domicilio, a través del teléfono 948600166, con el foco puesto en las medidas sanitarias.

En relación al futuro, tiene claro que será diferente. “Estábamos dando 60 menús diarios y eso va a ser difícil de que vuelva”, observa. No obstante, se muestra optimista. “Tiene que haber sitios abiertos para comer. Habrá que buscar la forma de desinfectar y cumplir las normas que se establezcan”,comenta. Mientras tanto, a la espera de que se dilucide este futuro incierto, sigue saliendo de la cocina de Iratzar para ofrecer comida caliente y sumar esfuerzos en la lucha contra el COVID-19.

Y es que si se puede sacar algún positivo de esta crisis sanitaria es la oleada de solidaridad entre la ciudadanía, un tsunami de empatía en la que muchos y muchas se han puesto en el lugar del otro y dentro de sus posibilidades, aporta un granito de arena para hacer más llevadera esta situación a las personas que más lo necesitan. La suya es dar de comer, algo tan básico y difícil en algunos momentos, y se queda con la satisfacción que le produce darle un bocadillo de tortilla de txistorra a un camionero además de un gel y una mascarilla. “Son personas que están fuera de sus casas y ahora más expuestas. Hay que facilitarles su trabajo”, incide.

“Hay que concienciar a la gente. Cuanto antes podamos arrancar, mejor”

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