a calle Mayor ha llevado a la práctica la teoría de las cuerdas. Sus vecinos salvan el espacio/tiempo, sometido por el confinamiento, con un tejido que cambia de acera y balcón para enganchar a diez portales pares con otros tantos impares. Al entramado le llaman trapillo, queda bonito y sirve para pedir comida a domicilio (el menú incluye croquetas, magdalenas, pastas de canela o tortilla de patatas). Pero sobre todo cumple con el objetivo para el que fue concebido: un juego que conecta a los vecinos.

"Mi interés era primero jugar y después ver qué surgía de nosotros. Y lo bonito es que fue surgiendo un lleva y trae. Los niños empezaron a mandar cuentos y dibujos, se pasaban canastas con comida... un tráfico de afectos a través de las cuerdas". Habla Zarys Falcón, habitante en el 1º del portal 68 con su pareja Iosu. Ella viene de Colombia, y su trabajo con comunidades en zonas de exclusión "me ha dejado una sensibilidad muy fuerte con conectarnos como sociedad y tejer entre nosotros". Así que, cuando en la cuarentena Iosu empezó a relacionarse con los niños del balcón de enfrente, "como tenía unos hilos pensé en crear esa metáfora de encontrarnos a través de esos hilos, como lazos. Algo simbólico". Y reconoce que " ha sido bonito jugar y crear una comunidad, los vecinos de la calle mayor. Divertido y esperanzador en estos tiempos de estrés".

Dice Maitane Alduáin, también en el lado par -el 1º del portal 64-, que la cosa se fue fraguando a partir de las salidas para aplaudir. "Los primeros días te saludabas tímidamente, y luego empezamos a hablar. Primero con el que tienes enfrente, luego en otras conversaciones... hasta que surgió echarnos cuerdas de balcón a balcón". Ella recuerda el día en que la vecina del 62 "que cocina súper bien, dijo que nos iba a hacer croquetas. Como las cuerdas nos conectan a todos, entre unos y otros nos las íbamos pasando". Han creado un grupo de WhatsApp por el que hablan a menudo. Y sábados, domingos y festivos hacen vermú. "En los cumpleaños también montamos fiesta. Es una gran familia, al final es con quien estás en contacto a diario", explica. "Yo vivo con mi hija, pero necesitas estar con más gente por muchas videollamadas que hagas. Aunque sea de balcón a balcón, este es un contacto directo, ves a la persona y sientes apoyo", dice.

Carlota Esandi vive desde hace seis años en el 2º piso del portal 75 "y no conocía a nadie. Las cuerdas nos ha hecho conocernos y unirnos. Estar en el Casco Viejo nos ha ayudado porque la distancia entre edificios permite acercarnos mucho más. En un barrio grande no puedes establecer esta relación". A Esandi le va a parecer "muy raro el día que nos veamos en la calle, porque nos vemos de lejos y con los de la misma fachada ni eso. Yo por ejemplo, para ver a los del 81, me tengo que asomar mucho. Te conoces de medio lado".

La de las croquetas es Conchi Olaizola. Como vive en el 4º, la gravedad le ayudó en el reparto. "Hice ciento y pico", dice sobre el día en que se lanzó a compartir su plato estrella con la vecindad. No cree que, conforme desescale el virus, pierdan ese ambiente. "De momento, si se puede, ya hemos quedado en San Fermín para hacer una comida en la calle. Yo justo conocía a los del primero. Y ahora dices, ¡ahí va!, ¡¿tú has vivido aquí siempre!? Como vivimos tan deprisa casi ni nos vemos. Y ahora hemos hecho una pequeña cuadrilla, para echar mano de los vecinos si lo necesitas. No está nada mal".

"Hemos hecho una cuadrilla para echar mano de los vecinos si lo necesitas"

Vecina del portal 62

"La distancia entre edificios ayuda, en un barrio grande no puedes establecer esta relación"

Vecina del portal 75

"Lo bonito es que surgió un lleva y trae, un tráfico de afectos a través de las cuerdas"

Vecina del portal 68.

"Aunque sea de balcón a balcón es un contacto directo, ves a la persona y sientes apoyo"

Vecina del portal 64.