o hubo ni siquiera intento. Ni jueves ni pintxos en Estafeta, donde con bares cerrados a cal y canto, las persianas bajadas fueron ayer la tónica general, igual que estos últimos días. Atrás quedan los habituales llenos de un juevintxo que parece haberse trasladado a las terrazas, y es que esas sí que son las más cotizadas: hay que hacer cola para sentarse. Quienes se decantaron ayer por salir de casa para tomar algo en el centro de Pamplona terminaron, casi seguro, en la Plaza del Castillo, donde había que esperar para coger mesa -a pesar de que el día no acompañó mucho-, ya desde las siete de la tarde. Las calles colindantes sirvieron como excusa para el paseo, también en San Nicolás y en Navarrería, donde los establecimientos hosteleros, sin servicio de terraza, permanecen ausentes.

Maite Urteaga, Veronika Belova y Marina Carrillo, vecinas de Sarriguren y Villava de 21 y 22 años, se reunieron ayer por primera vez en lo que llevan de confinamiento. Y consiguieron mesa -también su primer terraceo- prácticamente a la primera en Napargar, donde aprovechaban para ponerse al día mientras pelaban un poco de frío. “Teníamos tantas ganas que no nos importa -confesaban-. Lo del Juevintxo es una pena, no tienen terraza y no lo pueden hacer. Nosotras sí solíamos ir y la verdad es que lo echamos de menos. Sobre todo el ambiente, más que la gente porque a veces era un poco agobiante”, coincidían. Precisamente por eso creen que todavía “falta mucho” para que pueda volverse a celebrar. “Da un poco de apuro, llevamos mucho tiempo sin estar tan juntos. Hay que ser prudente”.

Y es que aunque ayer el clima no fue precisamente el mejor, “eso demuestra las ganas que teníamos”, decían Miguel Izu, Víctor Lizarraga y Carlos López, desde una de las mesas del Txoko. “Hemos trasladado las reuniones virtuales a éstas con fresquillo”, bromeaba Izu, que llegó el primero para guardar sitio. Era la primera vez que se veían de manera presencial y en directo. “Creo que somos responsables, estamos guardando las distancias y la mayoría respetamos las normas”, decían.

En la plaza, mesa que quedaba libre, mesa que limpiaban a conciencia los camareros antes de que se sentara el siguiente grupo. Álex Hernández, Joel Rodríguez y Andrea Úriz, también vecinos de Pamplona, hacían cola para coger sitio en el Gure Etxea, que tenía a las 20.00 horas todas las mesas llenas. “Hemos estado mirando en varios bares buscando sitio y llevaremos una media hora dando vueltas. Y si no haces cola, no encuentras, porque además la gente pide y se queda toda la tarde”, lamentaban. Era la primera vez que cataban terraza, así que merecía la pena esperar. “Echábamos de menos salir, relacionarnos, no estar con las mismas cuatro personas de casa”, señalaban, mientras un furgón de la Policía Foral que atravesaba la acera hacía acto de presencia.

Esperaban gente pero no tanta, y a cara descubierta, sin mascarilla, decían que está en la mano de cada uno el protegerse. Para Cristina De Diego habría que haber esperado un poco más. “Por lo menos 15 días desde que salimos por franjas horarias antes de haber abierto los bares. A mí me parece un poco precipitado”, decía junto a sus amigas Cristina Grande y Gisela Galego. En Navarrería se decantaron más por la lata de cerveza en la calle, aunque en grupos reducidos. “Nosotros solíamos hacer juevintxos y terminábamos siempre aquí, yo sí lo echo de menos, por el ambiente. Pero qué le vamos a hacer. Ahora hay más tranquilidad”, decía Garazi Valluerca.