- Aterrizó hace siete años en un pequeño local de la calle Río Alzania de Azpilagaña que antes fue tienda de disfraces y petardos. "Empecé de cero en una ciudad nueva. Me estimulaba el contacto cercano, basado en la confianza y la sencillez en el trato. Sentirme valorado y reconocido por el entorno más inmediato", recuerda Josu Garmendia, donostiarra de 47 años responsable desde entonces de la barbería que adorna la fachada con su apellido. Rebaja, descarga, da forma o marca. Larga, corta, moderna, clásica... Se apaña con cualquier estilo de barba. Y combate los pelos de cogote y cara a máquina, tijera o navaja. Tras el parón por la pandemia, él y sus herramientas han tenido trabajo.

"Al principio estaba confuso y preocupado por la adaptación y exposición, pero rápidamente comprendí que mi modelo de negocio era de los más sencillos de gestionar. Al trabajar yo solo y tener un único tocador, podía controlar con facilidad el aforo y la desinfección del espacio y del material", explica. "Me llamaban con un punto de desesperación tras casi dos meses de cierre. Hay hombres acostumbrados al pelo corto que lo pasan mal en cuanto les empiezan a salir las greñas. ¡El teléfono no paraba de sonar!", detalla. Y dice que pasó "agobio al principio, tratando de incorporar nuevos hábitos. Pero en pocos días le vas cogiendo el tranquillo".

Esta crisis le ha hecho percatarse de "lo importante que es nuestro servicio y lo valorado que puede llegar a estar. También se ha vuelto a poner de manifiesto que es un modelo de negocio esencial. Caiga lo que caiga la gente seguirá consumiendo corte de pelo. En tiempos de crisis se prescinde de productos de lujo, caprichos, se retrasan las grandes compras... Pero un corte de pelo es algo que más tarde o más temprano toca", afirma.

A propósito de su negocio y cómo capea la crisis, dice que "la aportación de la prestación para autónomos por cese actividad ha sido una sorpresa histórica. Aunque insuficiente, ha sido de gran ayuda, más cuando se resolvió la devolución de la cuota de autónomos. He contado también con la comprensión del dueño de la bajera, con un acuerdo de deducción de la renta considerable. Le estoy muy agradecido", cuenta. Y anima a los arrendadores "a darse cuenta de la conveniencia para ambas partes de llegar a un acuerdo que beneficia a ambos". Entre una cosa y otra, "las pérdidas van a ser soportables", considera.

Cuando acabó Secundaria, Garmendia estudió peluquería "atraído por su parte creativa y estética. Siempre me ha gustado el mundo de la imagen, especialmente cuando se trata de innovar. O las apuestas personales que no siguen una moda en concreto. Aunque con el tiempo uno va madurando y desarrollando el valor de satisfacer la demanda particular de cada cliente. Desarrollas la intuición para lograr el objetivo con la experiencia, observación y la empatía", dice.

Pese a que regenta una peluquería para caballeros, confiesa que en sus inicios "me dejé llevar más por la peluquería femenina, que abarca una amplia gama de servicios y estilos y se antoja más variada, creativa y arriesgada". Trabajó como maquillador y asesor de imagen para marcas de lujo y como freelance. Conoció mundo. Pero "con la edad y los años empecé a sentir cierto desgaste". Y exploró "la faceta masculina, relegada a un segundo plano en esos años iniciales". Se fue a Madrid, estuvo seis años en una peluquería masculina y se formó en el diseño de barbas. "Comprendí las virtudes de esta rama y me adapté a un perfil de cliente que exigía un trato distinto. Ni mejor ni peor. Pero sentía que encajaba con mi estado vital. Entrada la crisis utilicé la coyuntura para hacer el cambio y de paso aproximarme a mi tierra, a mi familia y la gente que me ha visto crecer". Y aquí está.

Reconoce que ha alcanzado sus objetivos y está "muy contento y orgulloso. Y el aprecio con mis clientes es recíproco". Pero con la salud deteriorada y un 55% de discapacidad reconocida, "me he tenido que replantear mi futuro, porque el trabajo de peluquero no es el más indicado para mis dolencias". Josu preparó una oposición, se colocó en una buena posición en las listas y confía en que le llamen más o menos en un año. Y quiere traspasar la barbería "a alguien que disfrute del oficio y continúe mi labor". Mientras tanto, "el gusto por un trabajo artesano y por el buen servicio permanecen vivos".

"Me llamaban con un punto de desesperación. Hay hombres acostumbrados al pelo corto que lo pasan mal en cuanto les empiezan a salir las greñas"

Barbería Garmendia