- “De aquí en adelante no van a tener trabajo los pintores, albañiles y carpinteros, porque todo el mundo ha hecho bricolaje en casa. Muchísimo, no se puede ni imaginar”. Parapetado tras el mostrador de la ferretería Luga, protegido por una enorme mampara de plástico, Miguel Ángel García Erro sabe cómo ha invertido el personal su tiempo de cautiverio. “La pintura ha sido por demás. Solo en los dos meses del tema este hemos trabajado más pintura que todo el año pasado. La gente está en casa, ¿pues qué va a hacer? Pintar el baño, la cocina... y así”.

A sus 71 años, Miguel Ángel sigue al frente de la ferretería del polígono Areta, en Huarte. Haciendo “el bobo”, dice medio en broma medio en serio. “Estoy con la jubilación de media jornada, que es lo que quería. Pero me sale casi una entera, sobre todo estos días”, explica. Cuando pararon construcción y empresas apenas trabajaron porque son sus principales clientes. Volvieron y “estamos trabajando más que lo normal”. A constructoras y empresas han sumado ese aumento del bricolaje. No solo buscan pintura, también “escuadritas para arreglar la cuna, la cama... y mucho tema de jardín. Hemos vendido la tira de manguera de riego, tomas y piezas de esas. Nos hemos quedado sin nada. Césped artificial, que antes no usaban nada, cierres de los jardines, etc”. Y los afortunados que la tienen, le han metido mano a sus terrazas. “Creo que las tenían un poco abandonadas, pero ahora quieren arreglarla, ponerle piscina... Ya se ha parado un poco, pero cuando se hablaba de que no podríamos ir de vacaciones, dijeron, ‘pues vamos a poner piscina en la terraza y por lo menos nos bañamos en casa’”.

En su establecimiento trabajan 12 personas -otras 2 en la tienda de la calle Karrobide- y como atienden de uno en uno se suele formar una gran cola en la calle. A Miguel Ángel no le molesta. “Firmaría estar así para toda la vida. Primero porque no mangan. Y segundo, porque controlas incluso mejor. El problema es que el cliente que está esperando igual decide irse, pero no tardas más en atenderle. Aunque pudieran estar cinco en la tienda, no les atenderías más rápido”.

En tiempos de desescalada, cada anuncio o rumor deja huella en su trabajo. Por ejemplo, con picos de venta de material para la huerta cuando se pudo volver a la faena: “Como la mujer no te deja estar en casa porque estorbas como un baúl en el pasillo, la gente se fue a las huertas disparada”. En cuanto al suministro, dice que durante este tiempo se ha arreglado “bastante bien”. Nunca le ha faltado gel, y aunque como todo el mundo “al principio anduvimos muy mal de mascarillas, ahora ya tenemos todas las que se quieran pedir”. Lo que no llegan son guantes de látex y vinilo. “Nada. Ayer llegaron dos cajas que estaban pedidas desde hace dos meses y pico. Y pedí 50. No hay forma”. Y opina que “el metacrilato va a ser un problema gordo. Si tienen que poner en los mostradores de todos los restaurantes no va a haber para todos. Y eso que me están suministrando muy bien. Ya hemos entregado bastante”.

En 1976, Miguel Ángel y su prima Mari Luz juntaron sus apellidos, Lusarreta y García, y fundaron Luga en la calle Mayor de Villava. Después se trasladaron a la calle Karrobide, donde continúan, y pasaron a la tienda/almacén del polígono. Son más de 40 años al frente del negocio, y Miguel Ángel espera relevo. “La hija trabaja en televisión y el hijo de químico, no parece normal que vengan. A ver si mi sobrino o algún trabajador me cogen la empresa... No quiero dejarla así como así, sin más. Es una cosa de muchos años. No sé lo que haremos, está todo en el aire. Pero a poder ser que no se abandone, que la ferretería Luga siga mucho tiempo. Y que el bicho no entre”.