espués de tres meses salimos a Pamplona, a Pompaelo", gritaba Miguel Ángel Rodríguez, residente en la Misericordia, nada más atravesar la puerta que da a la Vuelta del Castillo. Ayer fue el primer día en el que la Casa de Misericordia permitía los paseos más allá de sus jardines. Eso sí, las excursiones están vigiladas y con ciertas condiciones: cita previa, mascarilla y dos turnos: de 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 19.00 horas.

"Estos meses han sido como si estuvieras en la cárcel", aseguró Miguel Ángel. "Estás tantos días encerrado que hasta pierdes el sentido del tiempo", añadió. Su primera salida fue a la Vuelta del Castillo para disfrutar del final de la primavera. No pensaba ir más lejos porque "tengo 94 abriles y no puedo andar tanto".

Daniel García aprovechó para ir a una compañía de seguros para dar de baja el de su antigua vivienda. Confesó que tenía tantas ganas de pisar la calle que abroncó "al resto de viejillos" que se quedaban a hablar con las trabajadoras que controlaban las salidas del turno de mañana. Daniel va a intentar salir todos los días y pasear por la Vuelta del Castillo porque es diabético y el médico le recomendó andar una hora al día. Sin embargo, el permiso de hoy no será para caminar: "A la tarde me juntaré con dos sobrinas y a ver dónde tomamos el chocolate con churros. Que no se entere el médico... lo tengo prohibido, pero bueno, por un día al año tampoco pasa nada", comentaba mientras se reía.

Muchos residentes, como José, aprovecharon su primer día de libertad para hacer pequeñas compras: "He estado en las farmacia y en la frutería. La mañana ha sido formidable porque estábamos encerrados como en un cuartel ". Santiago fue al banco, a la farmacia, a Cáritas y a Cruz Roja. Durante sus quehaceres, se acordó de los días de confinamiento: comer y cenar solos en la habitación, todos los días encerrados... Por eso, dijo que haber salido, aunque fuesen unas pocas horas, "ha sido como revivir".