- "La tienda también era mi casa. Venían mis primos y nos pasábamos todo el día jugando, hacíamos de tenderos y nos vendíamos zapatos. Incluso he llegado a dormir: mi madre ponía una colchoneta en las estanterías y listo", recuerda Koki Villacorta, dueña, junto con su hermano Fabián, de la tienda de zapatos y ropa en la Txantrea. Los dos heredaron la tienda hace 17 años, pero Villacorta lleva una mitad de siglo vendiendo y reparando zapatos.

El origen de la tienda comienza en 1970 en el portal de su casa. Fabián Villacorta y Conchita Labairu decidieron abrir un taller de reparación de calzado. Fabián trabajaba ocho horas al día en una fábrica. Pero durante cinco años había estudiado la profesión de zapatero en la Virgen del Camino y optó por arreglar zapatos en sus ratos libres. En sus inicios, nadie de la familia creyó que el taller fuese a tener tanto éxito, pero afortunadamente no estaban en lo cierto. "Iba tanta gente que se hizo inevitable mudarse a un local" explica Koki. Escogieron uno que se encuentra en la calle Villafranca de la Txantrea, donde, desde entonces, los Villacorta no han parado de vender y reparar zapatos. La tienda ha sido tan importante y ha dado tanto trabajo, que Koki comenta que, para sus padres "ha sido como otro hijo más".

Fabián padre y Conchita Labairu estuvieron 33 años al pie del cañón. Hace 17 creyeron que era hora de dar el testigo a la siguiente generación. "Siempre hemos tenido el apoyo de nuestros padres para encaminarlo como quisiéramos y al ser un negocio familiar heredado no ha sido tan fácil", aseguran ambos. "Hay unas raíces que hacen que el cambio no pueda ser de golpe", y subraya que en la medida que han ido "honrando y agradeciendo" el trabajo de sus padres, también han podido "hacer crecer lo propio".

Y ese día llego. Exactamente el pasado 11 de mayo, cuando Villacorta reabría tras el obligado cierre por la crisis sanitaria de la covid-19. "Hasta ese momento había sido la herencia de nuestros padres, pero el 11 de mayo Fabián y yo sentíamos que abríamos lo nuestro", confiesa Koki.

El confinamiento, como a todos los comercios, les ha afectado. "El impacto económico es potente. Cerrar dos meses en el inicio de la campaña, con toda la ropa y el calzado recién llegado y pendiente de pago ...", se lamenta Koki. Aun así, intenta ver algo positivo. Por ejemplo, no se queja de la limitación de aforo: "Para las ventas puede parecer desfavorable, pero nos está gustando esto del aforo limitado porque permite una mejor relación con el cliente". Desde Villacorta siempre han apostado por la atención personal y, a pesar de estar obligados a limpiar y desinfectar constantemente, "con un poco de agilidad podemos seguir ofreciendo esa relación cercana".

Además, para ellos, una buena venta solo se da cuando el cliente vuelve a la tienda y les cuenta cómo ha llevado el zapato, si ha ido cómodo o no o si los ha andado tanto que se los trae a Fabián para que "les ponga las tapas". Añade que entonces "la vida de un artículo tiene sentido porque se ha usado, se ha desgastado de ir y venir y se les han puesto tapas. Koki indica que "si un artículo se va a quedar en el armario, preferimos no venderlo y que lo compre alguien que lo vaya a usar". Desde Villacorta apuestan por la venta de un zapato que se "viva" y están en contra del consumo de "comprar y tirar".

También reparan zapatos. Se encarga Fabián en su taller: "Empezó a los 15 años de la mano de nuestro padre. Imagínate, ¡es capaz de arreglar con los ojos cerrados!", exclama alegremente Koki. No solo repara calzado: pequeños electrodomésticos, dispositivos electrónicos y llaves pasan por las manos de Fabián.

Además, desde hace un año, venden prendas de ropa de algodón. La decisión se tomó de la noche a la mañana, literalmente: "Soñé que miraba la etiqueta de una prenda. Me fijé que estaba en mi tienda, en Villacorta, y que la prenda la vendía yo. Me desperté y se lo conté a mi hermano. Me preguntó qué necesitaba y le dije que más sitio. A la media hora estaba desmontando el almacén para trasladar el taller y dejarme espacio" relata Koki.

"La tienda también era mi casa: mi madre ponía una colchoneta en las estanterías y me quedaba a dormir"

Dueña de Villacorta