ola, personas, ¿cómo va la canícula? A no quejarse que peor están en Sevilla. Esta semana este paseante ha vuelto a sus terrenos. Aquerenciado he dirigido mis pasos a mi querido camino serpenteado que desde Beloso me lleva a la Magdalena, pero en esta ocasión he introducido una variante horaria: en vez de hacerlo en mis habituales horarios nocturnos he madrugado y a las 8.30 ya bajaba por ese túnel de frondosa vegetación que se forma en verano; hay tramos en los que apenas se ve el cielo, solo el verde rodea al caminante y la sensación es única. Al ir tan pronto he imaginado que mi paseo sería tranquilo y sin escalas, no esperaba encontrar a nadie. Ja, ja, craso error, nada más empezar a bajar, dos perros se han acercado a mí a la carrera y tras ellos su dueño y su dueño era Javier U. un viejo amigo al que acompañaba una nueva amiga de nombre Elena y de aspecto excelente. Hemos parado a saludarnos y a cambiar unos criterios sobre fotografía, ya que él comparte afición conmigo, y sobre otros asuntos que nos han hecho reír un rato. He seguido mi camino y he llegado a la pasarela musical, otrora cantarina, hoy silenciosa, por ella he atravesado el río por primera vez y he seguido recto llegando en un pispas a las cuadras de Goñi que estaban llenas de caballos, son jamelgos que dan un poco de pena porque todo Pamplona sabe que los caballos de esa cuadra acaban en entrecot o en hamburguesa, haciendo buena la máxima de que la energía ni se crea ni se destruye solo se transforma ellos transforman su energía caballar en energía humana. Dejando las pasarelas a mi izquierda y continuando hacia el románico puente de piedra se ha producido el segundo encuentro, en esta ocasión mi más que amigo Mikel E. paseaba saneando circulación, colesterol y pulmones, digamos que estaba de paseo terapéutico. Hemos parado, nos hemos contado los últimos sucedidos relevantes y he seguido adelante envuelto en verde. Llegado al puente de la Magdalena he cruzado el caudal por segunda vez y he tomado dirección portal de Zumalacárregui; frente a mí esperando a que verdease el semáforo de la calle del Vergel, acompañado de su perro, estaba Santi, hostelero alsasuarra con local en la calle San Nicolás, nuevo parón para comentar situación y planes del sector. Él está contento porque le han asignado una terraza en paseo de Sarasate. Suerte. Tras despedirnos he tomado el camino a la vera del baluarte bajo de Guadalupe para llegar al portal del patilludo general carlista, pero al tenerlo frente a mí he cambiado de idea y he preferido dirigir mis pasos hacia Aranzadi, he pasado el puente del Vergel por debajo y el de San Pedro por encima cruzando así el río por tercera vez. He tomado el paseo dirección Rochapea y he empezado a echar en falta cosas, cosas que estando en las fechas que estamos deberían estar y no están. En el parque de la Runa faltaba la trepidante actividad que otros años allí se da, no estaban montando la noria, ni el tren Chuchú, ni la pista de los autos de choque, ni los caballitos, ni el látigo. Ningún barraquero atronaba el ambiente probando su megafonía que con voz de lata repetía machacona año tras año "arri, arri, arri, arri, arri-men-sé"; este año el mesón del Conejo no asará sus pollos y los maños no pisarán sus uvas. Más adelante la falta ya era clamorosa, los alrededores de la plaza del Arriasko no tenían vallado y en el aire no se olía a toro, el Hotel del Gas este año no ha abierto sus suites a los huéspedes que procedentes de tierras andaluzas o castellanas cada año llegaban para llenarlas; por el puente de la Rotxa he cruzado el río por cuarta vez y la subida hacía los corrales estaba clamorosamente silenciosa, el negro y astado rumor que cada noche de la segunda semana de julio llena su asfalto este año no lo llenará y se nota. He subido hasta los corralillos de Santo Domingo que ya debían de tener, pero no la tienen, su moqueta de arena en la que toros y cabestros esperan el cohete de las ocho que anuncia el comienzo de nuestra mundialmente famosa carrera de vida y muerte, en el muro el Santo estaba solo en su hornacina sabedor que este año nadie le pedirá periódico en mano que le guie en el encierro dándole su bendición. He llegado al ayuntamiento y he notado que no vibrarán las voces, no se alzarán pañuelos, la pólvora no hará que surque el cielo una cola de cometa anunciadora de fiesta sin par, no sonaran cientos de gaitas con gaiteros de boina roja. He seguido todo el recorrido del encierro y la falta de vallado siendo 2 de julio es cosa difícil de entender. He llegado a Estafeta y ella también sabe que sus balcones no gritaran de pavor y que sus adoquines no serán hollados por miles de alpargatas que ligeras burlan a la parca. Una fuerza mayor, que todos conocemos, es la responsable de que así sean esta año las cosas, pero no entiendo porque las tiendas no han decorado sus escaparates con motivos sanfermineros, eso sí que puede hacerse y nos hubiese subsanado un poco la ausencia de todo lo demás, sin embargo ni un Santo, ni un Caravinagre y un toro mal encarado encontramos en reclamo publicitario alguno. Ni siquiera la sinfonía blanca y roja está presente. Los bares no se estaban pertrechando de comestibles y bebestibles como si se fuese a acabar el mundo, porque este año no se va acabar, este año es pura transición , es un año con las fiestas en barbecho para que descanse la tierra y el año que viene vuelva todo con más fuerza.

Al llegar a Duque de Ahumada me he dirigido a la plaza del Castillo que no tiene escenario verbenero y de ahí al paseo de Sarasate donde no he podido comprar un boleto para ver si con un poco de suerte volvía a casa en bicicleta, no estaba la tómbola auténtico dato anunciador de todo porque este año no hay nada que anunciar.

Cabizbajo y resignado he concluido que habrá que esperar 369 días para que lo nuestro vuelva a ser lo que siempre ha sido. Y esperaremos pacientes y no seremos unos inconscientes que por no saber hacerlo, nos volvamos a ver en la amarga situación que empezamos a abandonar.

O eso espero.

¡Ya falta menos!, ¡Viva-Gora San Fermín!

Besos pa' tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com

Aquerenciado he dirigido mis pasos a mi querido camino serpenteado que desde Beloso me lleva a la Magdalena

Cabizbajo y resignado he concluido que habrá que esperar 369 días para que lo nuestro vuelva a ser lo que siempre ha sido