a calle del Pintor Ciga se halla en el barrio de Iturrama, en una zona dedicada a pintores navarros. El nombre se lo concedió el Ayuntamiento de Pamplona el 22 de noviembre de 1970, cuando se estaba urbanizando y edificando. Es paralela a la calle Iturrama y a Pintor Basiano, perpendicular a Fuente del Hierro y Pintor Asenjo. Tiene pocos vecinos, es decir, pocos que la tengan como dirección postal, la mayoría de los edificios tienen los portales en las calles vecinas, pero en cambio dispone de una Academia de Bellas Artes, entre otros establecimientos. Es una calle tranquila, la mayor parte peatonal.

Javier Ciga Echandi (1877-1960) nació en Pamplona, hijo de Miguel Ciga Berasáin, de Lanz, carpintero y dueño de una funeraria, y de Marciala Echandi Salaburu, de Berroeta. Desde niño tuvo afición al dibujo y estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. No obstante, al fallecer sus padres tuvo que hacerse cargo muy joven del negocio familiar. Gracias a un mecenas, Nicanor Urdanpilleta, un indiano pariente lejano, pudo estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde consiguió la Medalla de Oro de la Academia de Bellas Artes, y entre 1911 y 1914 viajó por Europa para ampliar conocimientos y residió en París donde tomó contacto con las vanguardias de la época. Su obra Paysans Basques-Mercado de Elizondo fue incluida en el Salón de Primavera de 1914. Al iniciarse la Primera Guerra Mundial regresa a Navarra y se dedica a la docencia, además de a pintar retratos, paisajes y escenas costumbristas, sobre todo en Baztán, la tierra de su madre que frecuenta y donde conocerá a su esposa, la elizondotarra Eulalia Ariztia Ibarra, con la que tuvo cuatro hijos.

Afiliado al PNV, fue concejal en Pamplona entre 1920 y 1923 y, después, de 1930 a 1931. Durante la Guerra Civil, en 1938, fue detenido y pasó más de un año en la cárcel. Sometido a consejo de guerra, tuvo como abogado al escritor José M.ª Iribarren, fue absuelto del delito de auxilio a la rebelión pero multado por responsabilidades políticas con 3000 pesetas que abonó con el precio de un cuadro pintado para los escolapios: el Cristo de la Sanción. En los primeros años del franquismo sufrió cierto ostracismo por sus ideas políticas, pero en 1952 recibió un homenaje con la presencia de autoridades, compañeros y alumnos.

Ciga es autor de seis carteles de las fiestas de San Fermín, es el artista que más carteles ha firmado, a excepción del pintor Pedro Lozano de Sotés que hizo siete, pero que de momento no ha merecido calle en Pamplona. Ganó el concurso de carteles convocado en 1907 ex aequo con Ricardo Tejedor, el Ayuntamiento decidió que cada uno anunciara un año de fiestas y el de Ciga quedó para 1908. Además de un mozo con una guitarra en primer plano y una escena en la plaza de toros, incluía en lugar destacado un retrato de Pablo Sarasate. Volvió a concursar en 1909 y 1910 y sus carteles volvieron a ser elegidos para anunciar las fiestas. El de 1909 mostraba una perspectiva del encierro en la calle Estafeta, con dos mozos perseguidos por un toro, mientras que el de 1910 retrata el ambiente en la plaza del Castillo con una cuadrilla que se dirige a los toros con el fondo del antiguo Teatro Gayarre. En 1912 presentó otro cartel que no fue seleccionado, pese a los elogios de la prensa y del jurado a su calidad, contenía motivos sobre el setecientos aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa que se celebraba ese año, pero poco sanfermineros. La Diputación acordó adquirir el cartel para anunciar el centenario, aunque por problemas litográficos finalmente no pudo publicarse y se conserva en el Archivo General de Navarra. Siendo ya un autor consagrado, el Ayuntamiento le encargó directamente, sin concurso, los carteles de los años 1917, 1918 y 1920. En 1917 plasma una emocionante escena del encierro, un toro embiste contra el vallado y lo rompe mientras un mozo trepa para protegerse y un espectador yace en el suelo, a merced del animal. El de 1918 representa a una cuadrilla de mozos en el tendido de sol de la plaza de toros, y el de 1920 muestra a unos niños que corren ante el kiliki Barbas, con los Gigantes al fondo. Ciga impuso un estilo propio a los carteles de San Fermín, que anteriormente resultaban mucho más impersonales, que se copiaría y conservaría durante muchos años, el de retratar con realismo, colorido y detalle momentos y elementos típicos de las fiestas, en ocasiones incluso con personajes reales.