"Hay personas que se han relajado tanto que la frecuencia de las ondas mentales les ha bajado mucho y entran en un corto pero reparador sueño" afirma José Javier Castell Sanz (Txefo), bombero de la Volkswagen que en sus tiempos libres da clases de yoga y sesiones de sonoterapia: una pseudoterapia que favorece la relajación y la meditación a partir de los sonidos armónicos de instrumentos como los cuencos tibetanos o el gong.

Para las sesiones de sonoterapia, que duran alrededor de una hora, se necesita una esterilla, una manta y un espacio tranquilo. "Pueden sentarse en postura de relajación o de meditación, lo importante es conectar con nuestra propia serenidad", apunta. Para ello, Txefo emplea sus propios instrumentos: cuencos tibetanos, el monocorde, el shruti box y los gongs. En el caso del monocorde, una caja de resonancia rectangular con treinta cuerdas a cada lado, las cuerdas "están afinadas en do sostenido y a 432 hertz. Estas frecuencias facilitan bajar los ciclos por segundo a los que marcha el cerebro y así entrar en estados de relajación y meditación.", concreta.

A lo largo de esa hora, Txefo combina la música de esos cuatro instrumentos y también hay tiempo para los cantos armónicos y los mantras. Los cantos armónicos son una técnica vocal mediante la que se pueden emitir dos o más sonidos simultáneamente: "Se canta una nota fundamental acompañada de una o más notas que resuenan con ella y es lo que nos permite relajarnos. El efecto es profundamente relajante y mejora la capacidad de concentración", subraya. Por otro lado, los mantras son cantos rituales típicos de la India que se recitan en sánscrito y repitiéndolos varias veces de forma rítmica. "El sánscrito es un idioma muy cantarín ya que con simplemente recitar parece que estás cantando. Esto no pasa con el castellano o el euskera, que tienes que cantar de verdad. Pero el sanscrito, por sus características fonéticas te, lleva a alargar las sílabas y de esta manera creas una melodía", comenta.

Txefo sostiene que la sonoterapia está aumentando a un "ritmo vertiginoso" en los últimos años. Este crecimiento se nota en la fabricación de los instrumentos típicos de estas sesiones sonoras: "Los cuencos tibetanos se fabricaban tradicionalmente con oro, plata, mercurio, hierro, plomo, estaño y cobre. Hasta hace unos años, se dedicaban a ello cuatro personas en el mundo, pero han cogido mucha fama y ahora suizos o americanos van a Nepal y en vez de llevarse un cuenco se llevan el almacén entero en un container de barco", asegura. Como consecuencia, los precios se han desorbitado y cada vez es más difícil encontrar cuencos tibetanos antiguos y auténticos. Lo mismo está sucediendo con los gongs: "Ahora pides uno y el tiempo de espera es de un año, año y medio", incide.

Los mentores:

Comenzó a ir a clases de yoga cuando tenía 23 años. "Me gustaba mucho, me relajaba y era saludable. Por eso, tras 10 años recibiendo clases, decidí que también quería ser profesor de yoga", relata. Txefo estudió durante siete años en la Escuela Sadhana de Donosti: cuatro de grado y otros tres de posgrado y máster.

Al terminar la formación de profesor, se compró un cuenco tibetano y en 2009 empezó la formación en sonoterapia. "A mi profesor de yoga, siempre le había visto con un cuenco tibetano. Lo utilizaba al terminar las relajaciones y para centrar la atención. Me llamó tanto que me compré uno. Y eso me llevó a interesarme por la sonoterapia. Jacomina Kistermarkel, una psicóloga holandesa afincada en Vigo y que ha viajado mucho a Nepal, fue mi mentora", recuerda.

Tras finalizar la formación, comenzó a dar sus primeras sesiones individuales en su casa de la avenida Villava y en grupo en lugares como salas de yoga, el Museo de Navarra, en el actual albergue de peregrinos Jesús y María de la calle Compañía o en el Baratza Kafea en la Rotxapea. Sin embargo, llegó la pandemia y lo frenó todo. Su último concierto fue en febrero del año pasado, hasta que hace unas semanas hizo un evento solidario para recaudar fondos para la Asociación de Esclerosis Múltiple de Navarra: "La asociación está detrás de la compra de un exoesqueleto, que cuesta unos 130.000 euros. Debido a la pandemia y por motivos de seguridad, hice 5 sesiones con 6 personas cada una", expresa. La entrada costaba 15 euros, pero hubo quien pago más. En total recaudaron 710 euros que se destinaron íntigramente a la compra del exoesqueleto. Txefo se ha comprometido a hacer otro acto benéfico en primavera.