Era un 14 de julio, no tendría más de 13 o 14 años y ahí estaba, pertrechado con mi pequeña cámara digital, esperando a la que sabía por los libros de José Joaquín Arazuri era la muy noble, muy leal y muy heroica Ciudad de Pamplona que, fiel a sus centenarias costumbres, salía de la Casa Consistorial en Cuerpo de Ciudad, camino de la solemne función de la Octava de San Fermín. Los clarines y timbales interpretando la Marcha de la Ciudad, como siempre que Su Excelencia sale o entra de un recinto cerrado, la plata de las mazas, el brillo de las cadenas y medallas de los regidores... Todo un universo de sonidos, colores, texturas y símbolos que me atraía especialmente y del que tomé numerosas fotografías que conservo”, relata Alejandro Aranda Ruiz. Doce años después ha convertido su afición en el libro Pampilona urbs regia. El ceremonial del Ayuntamiento de Pamplona desde el siglo XVI a nuestros días. El ejemplar, editado por el Ayuntamiento se presentó ayer en rueda de prensa.

El origen de esta publicación se remonta a 2015, cuando Alejandro comenzó a escribir su tesis doctoral Arte, fiesta y ceremonial en la Pamplona del Antiguo Régimen. La imagen de una ciudad. En ella aborda “el protocolo y la etiqueta” de las instituciones que durante los siglos XVI, XVII y XVIII encarnaron al Reino de Navarra: Cortes Generales, la Diputación del reino y el Ayuntamiento de Pamplona. La tesis, galardonada con el Premio Extraordinario de Doctorado, la defendió en noviembre de 2019 y el Ayuntamiento se interesó por la parte que les correspondía. “Me propusieron centrar la obra solo en el Consistorio y ampliarlo desde el siglo XIX hasta nuestros días”, explica Alejandro.

A partir de ahí, empezó una ardua investigación de libros de consultas, libros de ceremoniales, libranzas u órdenes de pago, correspondencias, bandos y pregones o crónicas. “Por mis manos han pasado cerca de 75.000 libranzas u órdenes de pago expedidas por el Ayuntamiento”, asegura.

La obra

El libro se ordena en cinco grandes capítulos. En el primero se “reflexiona sobre la importancia del ceremonial como imagen y práctica del poder, y sobre el hito de la redacción del ceremonial de la ciudad denominado formulario en 1738”, apunta.

El segundo capítulo se centra en las funciones ordinarias, el calendario de actos anuales del Ayuntamiento: funciones votivas, las celebraciones en torno a santos patronos o los festejos como las corridas de toros. “Un calendario que era bastante más apretado que en la actualidad”, asegura. Acto seguido, se narran las funciones extraordinarias que solían ser rogativas y acciones de gracia, llegada de reliquias o acontecimientos en la vida de los virreyes. Los últimos dos fascículos, se centran en la relación entre el rey y la ciudad y el ceremonial municipal desde el siglo XIX a nuestros días. “Las convulsiones políticas que caracterizaron a estos 200 años afectaron al protocolo y trajeron novedades como las relativas a la vestimenta de gala de las concejalas cuando se sentaron en el Salón de Plenos por primera vez en la historia”, relata.

Con estas 457 páginas Alejandro pretende “poner en valor” el papel que desempeñó el ceremonial: “Gracias a elementos y símbolos como las mazas, los títulos, las cortesías, los escudos de armas, los doseles... Pamplona lograba erigirse en aquello que aspiraba ser, cabeza del Reino de Navarra, y perdurar como ciudad a lo largo de los siglos”, finaliza.