En los gimnasios convencionales Edurne Garín tenía la sensación "de que estaba ocupando las máquinas de los jóvenes". Con 47 años y una vida muy deportiva -jugó a baloncesto en el CBN de Primera División- la pandemia le dejó "bastante hecha polvo. Necesitaba activarme, energía positiva. Aquí la he encontrado. El entorno, el ambiente, que sean grupos reducidos, aparatos de muchísima calidad... y los mejores profesionales que puedes pedir en Navarra", dice.

Javier Arrastia también sabe lo suyo de deporte al más alto nivel. Llegó a jugar en el primer equipo de la Real Sociedad y en el Real Unión. A sus 84 años, bromea: "En vez de ir a misa vengo aquí". Había oído que en Ikigai "se estaba bien. Y poco era lo que había oído, porque se está muy a gusto". Vecino de la zona, sabe que "es bueno el ejercicio, y en casa no iba a hacer nada. Aquí, el uno por el otro, nos ayudamos", apunta.

Ángel Remacha tiene 74 años y está "tocao de cardio". Hacía ejercicio con un grupo de cardio, "pero llegó la pandemia, lo barrió todo y nos quedamos dos años colgados". Decidió retomar la actividad, miró gimnasios y "este me convenció. El espíritu zen me atrae. Tiene un costo más elevado, pero es por algo. Estos días somos grupos de cuatro. Estás de tú a tú. En otros gimnasios éramos 15-16, que no es ni sano hoy en día. Aquí estás relajado, Miren es una moceta muy agradable, técnicamente nos lleva muy bien y ahí vamos, poco a poco".

Edurne, Javier y Ángel son usuarios de Ikigai Gym Boutique, que abrió sus puertas hace un mes en la calle Castillo de Maya del II Ensanche. Con una particularidad. Es el primer gimnasio pensado para mayores de 40 años. "La idea era hacer un gimnasio que no pareciera un gimnasio para personas que nunca han ido al gimnasio", resume María Morrás. Junto con Alberto y Álvaro (Balú Arquitectura) han convertido el antiguo local de Muebles Ilundáin en la antítesis de un crossfit, "donde todo es agresivo, con luces muy potentes, y puede intimidar a una persona que no ha ido nunca a un gimnasio". Aquí no hay espejos y las luces son como las de casa, "todo muy cálido y sutil". La iluminación indirecta propicia además el "juego de texturas y materiales naturales" de inspiración japonesa: el suelo imita un tatami, las paredes paneles orientales... "Lo importante es que entras, te evades y sales relajado", asegura.

Ikigai y la felicidad

Javier Morrás se topó un buen día con un titular de prensa que decía: Ikigai, el secreto de Okinawa para una vida longeva. "El nombre casi nos buscó a nosotros. Es encontrar la pasión de tu vida, aquello que te hace levantarte de la cama. No es una palabra en concreto, comprende una forma de vida. Okinawa es una de las poblaciones más longevas del planeta, y cuando a la gente le preguntan su secreto, responden Ikigai. Coincidió con un cambio profesional en mi vida, y pensé... 'igual mi Ikigay es dedicarme a esto'", reflexiona Javier.

Tras un accidente de tráfico en 2017 y la rehabilitación posterior, Javier compendió que necesitaba hacer deporte de forma regular para sentirse bien. Habló con Miren -su pareja- y Josetxo León: "Oye, yo entreno muy a gusto en casa. ¿Por qué no intentamos hacer un proyecto que sea como entrenar en casa?'. Ellos tienen 25 años de experiencia, yo podía aportar la parte de gestión y atención al público... les convencí y palante", recuerda Morrás.

"Nosotros también nos hacemos mayores y vamos sintiendo cosas diferentes mientras entrenamos. Javi nos decía que teníamos que hacer algo distinto; veía que el crossfit era más duro, o el ambiente no era tan acogedor, o te apetecen otras cosas, calidad, trato personalizado... de ahí la idea", añade Miren, siempre vinculada al deporte y la alta competición: judo, lucha libre, sambo y crossfit.

Con su hermano Josetxo, otro referente del deporte en Navarra, montaron en 2001 un gimnasio que lleva su apellido en la Rochapea. En 2012 ampliaron la oferta con Crossfit Pamplona. Faltaba enganchar a buena parte de la población: "Podíamos hacer un programa para gente que ha entrenado toda la vida y quiere trabajar de manera diferente, o uno para esa gente a la que no estábamos llegando. Mi madre, por ejemplo. Cagüenla, si mi madre entrenase un poco...', dice Josetxo. "¡Aquí está viniendo! Llevamos 20 años con el gimnasio y había hecho intentos, pero siempre lo había dejado. Aquí creo que sí que va a estar", confirma su hermana. "Llega un momento en el que la oferta no está encaminada a las personas de cierta edad y se van descolgando. Aquí vas a una clase y ves gente como tú, y así es más fácil interactuar y sentirte en el grupo. Cuando estás cómodo en un espacio, es más sencillo no abandonar", opina Josetxo.

Con grupos de máximo seis personas, en Ikigai el trato es personalizado hasta el punto de que todos llevan un pulsómetro que el monitor controla con una tablet. Una cercanía con la que "hemos conseguido que todo el mundo esté encantado. Y nosotros más, claro. Estamos ilusionando y mejorando la calidad de vida de las personas, y no hay nada más bonito que eso", finaliza Miren.