Estos meses están siendo complicados para muchos o para todos; sanitarios, comerciantes, hosteleros y jóvenes, entre otros. Sin embargo, hay un sector de la población, las personas más mayores que, aunque pueden pasar desapercibidas porque apenas hacen ruido, la pandemia también les está haciendo mella. Con el objetivo de motivarles, ayudarles y hacerles ver que no están solos, el Ayuntamiento de Falces, a través de la concejalía de Participación y Juventud, ha puesto en marcha el programa 'Nunca caminarás en soledad', una iniciativa para brindarles apoyo emocional, de momento, a través de llamadas telefónicas.

La iniciativa, cuenta el edil Francisco Soto, surgió de un joven del municipio que había participado en otras experiencias de voluntariado y le pareció interesante aunar a las personas mayores y a la juventud en un proyecto intergeneracional.

Para contactar con los receptores de las llamadas tuvieron la ayuda de la Mancomunidad de Servicios Sociales de Peralta, Falces, Funes y Marcilla y del consultorio médico, y después, trataron de captar voluntarios. "Fue una sorpresa porque en los tres o cuatro primeros días en los que se difundió el programa se inscribieron 13 voluntarios, a lo que se les formó con un técnico del Teléfono de la Esperanza. Más complicado, sin embargo, fue implicar a las personas mayores".

Ahora hay seis vecinos de Falces que reciben este acompañamiento y seis voluntarios que han creado grandes vínculos y, aunque la idea es preservar el anonimato, "en los pueblos es muy difícil hacerlo".

Toma de contacto

Una de las voluntarias es Andrea Aguirre, falcesina de 16 años, que acompaña a una mujer y que se lanzó a la aventura con una amiga "porque creo que es una forma de ayudar al pueblo en estos tiempos". Aunque nunca había hecho algo similar, "de momento todo ha ido muy bien, nos aportamos alegría la una a la otra y me recuerda bastante a mis abuelas, que siempre hablan de sus nietos".

Una vez por semana, y durante cerca de 40 minutos, hablan, dialogan y se ríen. "De momento no nos conocemos más allá de la voz, pero después de hablar unos meses también estaría bien conocernos. A mí me beneficia a la hora de evadirme de los exámenes y los estudios, y a ella le saca de su rutina y de darle vueltas a la cabeza por cosas que le pasan".

De momento, y debido a la situación, los encuentros son telefónicos, aunque la funesina de 45 años Rebeca Alfaro, educadora que acompaña a una de las vecinas de Falces, su gran afinidad les llevó a conocerse. "No pudimos esperar, fue genial. Repetiremos".

Alfaro cuenta que ella ha sido voluntaria en organizaciones como Cruz Roja o Compartir Navarra y "siempre me ha interesado la labor de voluntariado. Esta iniciativa me gustó mucho dado que las personas mayores han sido las más afectadas por el confinamiento y la pandemia en general".

La conversación, insiste, "fluyó desde el principio, hubo mucho feeling. Hablamos de todo y, aunque tiene a su familia pendiente de ella, es un incentivo saber que hay alguien más acompañándola".

Y es que, a pesar de la diferencia generacional, no hay ningún problema porque "parto de la base de que la señora a la que acompaño es muy abierta y aunque pueda haber alguna diferencia, supone para mí un aprendizaje por el bagaje vital de ella".

Además, Rebeca cree que el proyecto "tiene que ir más allá de la pandemia, continuar cuando esta acabe, porque siempre habrá personas mayores viviendo solas".

Esa idea también la tienen desde el Ayuntamiento y es que, no quieren que sea algo aislado sino que haya más acciones similares "porque el patrimonio inmaterial que tienen y que aportan las personas mayores no tiene precio".

Satisfacción

Yolanda Vallés, falcesina de 43 años que vive en Sarriguren, es otra de las vecinas que trata de brindar su apoyo emocional, en este caso a otra señora. "Con bastante poco esfuerzo, porque no me supone nada el llamar un rato a la semana, la señora se ve agradecida y espera la llamada; charlas un rato, te cuenta historias de la infancia y es muy gratificante".

En este caso sí que tienen calendarizadas las llamadas; los miércoles a las 17.30 horas, "y quedamos para la siguiente semana y le animo para que salga de casa cuando hace buen tiempo". De hecho, cuando pase la pandemia se pasará por su casa para saludarle.

Acompañando a un hombre está Daniel Echarri, pamplonés de 32 años, al que desde pequeño le ha gustado el tema del voluntariado y, a pesar de que "en este ámbito nunca había estado, tenía ganas de participar en un proyecto así".

Aunque los nervios, las inseguridades y la incertidumbre salieron a flote en la primera llamada, en apenas unos minutos todo estaba solventado. Y es que, estos meses de contacto, cuenta, "han sido una gozada. Desde el primer minuto ha sido muy agradable charlar con él; todo han sido facilidades porque es muy dicharachero, simpático y gracioso, y así es un lujo conversar".

De acuerdo con Echarri, "disfruto mucho hablando con él; de la historia de Falces, de agricultura, de su vida, sus aventuras y no hay un día en el que no toquemos el deporte, sobre todo el fútbol y Osasuna. Para mí está siendo una experiencia muy enriquecedora". Además, la diferencia de edad "no lo veo como un impedimento" y, aunque "no nos hemos visto cara a cara sabemos muchas cosas el uno del otro. Yo me lo paso muy bien y disfruto de cada minuto de conversación. He aprendido mucho y me ha hecho crecer. Aunque no lo veo, me gustaría pensar que alguna sonrisa le saco".