Caída la noche y en estampida salieron ayer los salvajes momotxorroak para imponer su ley por las calles de Altsasu, la avanzadilla de una anárquica comitiva en la que tuvieron cabida todo tipo de personajes relacionados con un pasado ligado a la tierra. Esta secuencia, siempre igual y diferente, viene repitiéndose desde 1982, cuando la comisión procarnaval recuperó esta fiesta que había dejado de celebrarse en los años 30. Pero seguía muy viva en la memoria de los mayores, que la recordaban con terror, como pudo comprobar Enrike Zelaia. Eran los años 60 y el akordeoilari estaba investigando “de cocina en cocina” sobre la música de Altsasu. Aquellos mayores le hablaron del momotxorro, un personaje salvaje con cuernos, narrus y sangre.

“El magma carnavalesco se completaba con infinidad de personajes y provenientes tanto del carnaval ritual primitivo como la ereintza o siembra y juantranposoak así como de incorporaciones posteriores como la boda, maskaritak y otras muchas más”, señalaba Zelaia. Pero todavía no era el momento de que volviera a cobrar vida. “Aunque pareció llegar con la muerte del dictador, hubo que esperar hasta que la situación se asentase un poco más para que el carnaval no fuese politizado”, recordaba.

La maskarada altsasuarra está repleta de momentos de gran belleza que una marea de fotógrafos se afanaba ayer en captar. Además, el Ayuntamiento ha organizado este año el primer concurso fotográfico en torno al carnaval con tres premios. El primero es de 200 euros, el segundo de 120 euros y el terco de 80 euros. Las fotografías se pueden presentar hasta el 29 de marzo. Las bases se pueden consultar en www.altsasu.net.

En este espectáculo sin guión hay una estrella indiscutible, el momotxorro, una simbiosis de humano y bovino que acompaña su fiero aspecto con un agresivo comportamiento, blandiendo sardas a los pies de sus víctimas, que deben saltar para evitarlas. No obstante, pierde su fiereza cuando baila la Momotxorroen dantza, un momento de relajación entre tanta tensión.

Detrás iba una variopinta comitiva entre las que destacaban las traviesas y ruidosas sorgiñak, vigiladas muy de cerca por el akerra. Para marcar territorio, bajaba de vez en cuando ante el delirio de las brujas, que le hacían pasillo con sus escobas. También se hacían ver los mullidos juantranposos que rodaban por el suelo, atrapando a más de uno en su caída.

Ayer tampoco faltó un akelarre en el que las sorgiñak de Dantzarima hicieron sentir el fuego de la primavera. El despertar fue en la plaza, cuando mediante bailes, conjuros y música, las sorgiñak sacaron de su letargo a los distintos personajes de esta maskarada rural, poniendo al periodo de penumbra. La naturaleza dormida, ya purificada y preparada para un nuevo ciclo, llama a la puerta.

Las celebraciones comenzaron con una comida popular, alubias con sacramentos , que reunió a 210 comensales. Después fue el carnaval txiki, con todos los ingredientes pero en menor formato. Las celebraciones en Altsasu finalizarán el sábado con el carnaval piñata, la versión urbana.