Fernando no era muy amigo de exposiciones. Sin embargo, mostrar su obra en entornos y lugares tan especiales para él, era algo que le llenaba. Por eso, creemos que le habría gustado hacerlo aquí, en la Clínica Josefina Arregui”, señala Rosa Artetxe, viuda de Fernando García Carrero, que ha donado 34 cuadros de este ingeniero técnico de montes que se consideraba pintor por encima de todo. Esta donación es una muestra de agradecimiento de esta pamplonesa a la clínica de Altsasu, donde fue atendido su marido. “Es un centro muy necesario y estoy muy agradecida. Se me ocurrió que como Fernando pintaba muy bien y tenía muchos cuadros, podía ayudar”, apunta.

“Su amor por la pintura nació a la par que su trabajo en el Gobierno foral”, recuerda esta pamplonesa. “Los montes, los árboles, la naturaleza en la que trabajaba por las mañanas le servían de inspiración. Todas las tardes cambiaba las botas y los mapas por la paleta y los pinceles”.

Lo cierto es que en su obra destacan paisajes de diferentes lugares de Navarra. “Los lugares que más le llamaron la atención como pintor fueron Roncesvalles, Zizur, Eunate, Pamplona, el camino de Santiago, San Donato, Lantz?”, enumera su viuda. Precisamente, del carnaval de esta localidad son los únicos cuadros de la colección en los que aparecen figuras. Asimismo, se pueden ver bodegones, diferentes obras que muestran también su evolución como pintor.

En su paleta destacan los colores naturales y las gamas terrosas. “Fernando pintaba al óleo con un estilo personal cercano al impresionismo, aplicando los colores como manchas. Como él mismo decía, su obra hay que contemplarla de lejos, en conjunto, para no perder detalles”. Los cuadros, que están a la venta en precios que oscilan entre 200 y 1.100 euros, se pueden visitar los martes y jueves de 17.00 a 19.00 horas.

aportaciones “Las iniciativas solidarias como ésta de Rosa Artetxe son muy importantes para la clínica”, destaca Patxi Goikoetxea, presidente de la Asociación Amigos de la Clínica Josefina Arregui, surgida en 2011 para impulsar la implicación de la sociedad en el proyecto puesto en marcha en 1995 por el industrial altsasuarra Felipe Lecea y el psiquiatra Vicente Madoz. La muerte del primero y los problemas económicos de Arfe, empresa que cerró en 2011, pusieron en la cuerda floja a este centro, referente estatal en los programas asistenciales de atención psicogeriátrica, especialmente en el campo del alzhéimer y demencias en general. En la actualidad cuenta con medio millar de socios.

Lo cierto es que las aportaciones de entidades de diverso tipo han sido fundamentales para que la clínica siga adelante. También el trabajo en auzolan que realiza esta asociación, que se encarga de buscar recursos, una labor de mediación en la donación de entidades y particulares. Asimismo, realiza labores de mantenimiento del centro en auzolan.

Y es que medio centenar de personas trabajan en diferentes labores como electricidad, pintura, fontanería, albañilería o jardinería. “Casi todos los fines de semana hay algún grupo trabajando”, observa Goikoetxea. La suma que se obtenga con la venta de los cuadros, algunos de los cuales ya se han vendido, tiene muchas posibilidades de inversión, tanto en arreglos como en nuevas terapias. “Hay muchos proyectos pero no llega el dinero”, lamenta Goikoetxea.

“Intentamos buscar una relación con la actividad. Por ello, se podría destinar a trabajos de pintura”, observa. Así, cuando hacía falta comprar sillas de ruedas pensaron en La Burundesa, compañía de autobuses que comunica los pueblos de Sakana con las capitales. En otra ocasión, el dinero recaudado en pruebas deportivas organizadas por Dantzaleku Sakana y SD Alsasua se destinó a la adquisición de una prensa de rehabilitación entre otros ejemplos.

RECUPERACIÓN Goikoetxea incide en que lo importante de la clínica son sus pacientes, a los que se les realiza un abordaje multidisciplinar con el fin de que recuperen sus limitaciones y capacitarlos para vivir en sus domicilios. “La clínica no es un problema, es una solución. Y cada vez es mayor la necesidad”, advierte. “Es un servicio público porque todos los pacientes son derivados del Servicio Navarro de Salud. El Gobierno de Navarra es responsable de que funcione la clínica”.

Al respecto, destaca el trabajo que realiza la plantilla, sobre todo trabajadoras, que llevan diez años con el salario congelado. “Su trabajo no se basa en la competitividad sino en la atención al paciente, en el cariño con el que le tratan, desde la primera a la última. Gracias a su esfuerzo incansable la clínica sigue adelante”, sostiene.