altsasu - Desde su casa en el alto de Ameztia, José Luis Pérez Orive ha visto cómo ha crecido Altsasu, unos cambios que conoce por dentro. “He sido un miembro más de las familias. Sabes cómo son sus cocinas”, observa este médico que lleva ejerciendo en su pueblo desde hace más de 58 años y piensa seguir hasta que aguante. No en vano, es un enamorado de su profesión. “Si me quitas la medicina me matas”, confiesa. En reconocimiento estas casi seis décadas de cuidados y también de cariño a varias generaciones, el club de jubilados y pensionistas La Unión le rindió un sencillo pero emotivo homenaje hace unos días con motivo de su fiesta anual.

Por causas de la guerra, José Luis Pérez Orive nació en Bilbao el 23 de noviembre de 1936. “Mi padre era jefe de estación en San Sebastián y tuvo que salir a la zona roja”, recuerda. Aunque durante su infancia vivió en diferentes localidades como Tolosa o Rentería, se confiesa ante todo altsasuarra. Por ello, toda su trayectoria profesional la ha realizado en la villa. Y eso que tenía dónde elegir. Buen estudiante, en su juventud había que salir de Altsasu para estudiar el Bachillerato. Lo cursó en Escolapios de Tolosa. Durante siete años, todos los días cogía el tren a las ocho de la mañana y volvía a las nueve en el express. “Aquellos viajes me hicieron conocer gente muy diferente y me aportaron cultura”, observa.

Con un expediente brillante, consiguió plaza en la Universidad de Zaragoza. “Tuvimos que pasar una prueba muy dura. Estábamos 240 y nos quedamos 60”, recuerda. Era la promoción de 1955-1961.

De vuelta en Altsasu con el título de medicina general bajo el brazo vio que tenía poco futuro porque estaban cubiertas las dos plazas existentes. “Había oposiciones a médico de empresa. Pensé que ahí tenía una salida y estuve ocho meses en Madrid. También estudié medicina deportiva”, recuerda. Así, durante 45 años fue médico de Reynolds, la antigua Inasa, y también de Irati Forestal, Olatzea, en Arbizu; Magotteaux, en Urdiain; así como Fasa y Sunsundegui en Altsasu, un tiempo en el que tuvo que asistir numerosos accidentes, sobre todo con máquinas pero también otras más extrañas como picaduras de serpientes en el caso de Irati Forestal, cuyos trabajadores se movían por todo el norte de Navarra. Y allá que iba José Luis Pérez Orive, primero en su vespa y después en coche. Asimismo, encontró tiempo para ser profesor de matemáticas en el Instituto Laboral de Altsasu.

Siempre estudiando, se especializó también en pediatría en Bilbao y en Pamplona, el segundo de su promoción, por lo que pudo elegir la plaza de pediatra en Altsasu. Asimismo, realizó cursos de columna, reumatología, oftalmología laboral en Cádiz...

Además, desde los años 70, José Luis Pérez Orive pasaba consulta por las tardes, primero en un local alquilado y después en la casa de su abuela, en la calleja de San Juan, que transformó en una pequeña clínica en la se prestaba servicio de Rayos X y consultas de dentista, practicante, hematólogo y otorrino, las especialidades más demandadas.

Durante 40 años tuvo como ayudante a Nati Campos, la comadrona de Altsasu en pleno baby boom, otra persona para la que muchos y muchas altsasuarras solo tienen palabras de agradecimiento y cariño. Desde un principio, la consulta particular fue un éxito, con pacientes de todas las edades desde Irurtzun hasta Salvaltierra, tal era la confianza que tenían y siguen teniendo las familias en este médico. Muchas estaban en la iguala médica, aunque también había otros que a veces no podían pagarla y tampoco pasaba nada. Y es que para José Luis Pérez Orive lo más importante siempre han sido sus pacientes. “La labor de un médico de familia no consta solo de tratar médicamente. También hay que tratarles anímicamente, con cariño”, apunta. Y es que es más que un médico, es un amigo y un confidente.

CAMBIOS En estas casi seis décadas de oficio ha atendido a diferentes generaciones, años de profundos cambios en los que le ha tocado de todo. “Cuando comencé no había ambulancias y era el médico quién llevaba a los heridos al hospital en su coche”, recuerda. Y no eran pocos. Entonces el centro de referencia era la casa socorro, el actual gaztetxe. “Estaba en muy malas condiciones. Conseguí que se llevara al edificio de la sindical y después que se construyera el centro de salud”, señala.

No en vano, en estos casi 60 años también ha cambiado el sistema sanitario, aunque no siempre para mejor en su opinión. “Un médico debe levantarse de la mesa casi con el diagnóstico realizado. Es fundamental la comunicación y realizar las preguntas claves”, señala. “Ahora los pacientes son un número y la mitad del tiempo de la consulta el médico se pasa mirando el ordenador. Es importante llegar desde el principio al origen de las enfermedades. El tiempo a menudo es muy importante”, señala, al tiempo que recuerda un chiste que le han contado. “En que se parece un camionero a un paciente, en que siempre está con el volante en la mano”, bromea. Su forma de trabajo es otra, más personal.