i bien el estado de alarma decretado el pasado 14 de marzo ha paralizado numerosos proyectos, no es el caso de la nueva sede de Pikuxar Euskal Txokoa en Irurtzun. Y es que las obras siguen adelante. Arrancaron en febrero con auzolanes de los socios y socias para las labores de limpieza del edificio. Después, en marzo, entraron los albañiles con sus máquinas para llevar a cabo la excavación, saneamiento y cimentación del edificio. Aunque las obras se suspendieron durante dos semanas por el decreto de cese de toda actividad no esencial, se reanudaron después de Semana Santa. Así, ya han empezado a levantarse los muros del nuevo edificio. Se espera que sea una realidad el próximo año.

El proyecto contempla la reforma interior del edificio actual, con una superficie de 224 metros cuadrados, y su ampliación al sur en una parcela de 91,5 metros cuadrados. Se contempla ubicar en la planta baja una zona destinada a bar, restaurante en la planta primera y en la segunda zona de estar, sala multiusos, sala para juegos infantiles y terraza. Con un presupuesto que asciende a cerca de un millón de euros, para su financiación, estos dos últimos años han realizado diferentes iniciativas, como la instalación de txosnas en fiestas de pueblos de Arakil o la organización de diferentes espectáculos, sorteos, ventas de camisetas y calendarios entre otras.

En un pueblo que destacaba por su tejido social, Pikuxar surgió en 2003 de la mano de jóvenes que se movían sobre todo en torno a tres colectivos, el grupo de danzas Orritz, Aizpea Euskara Taldea e Itxondo con el fin de promover el euskera y la cultura vasca. "Funcionábamos con locales que nos dejaba el Ayuntamiento y queríamos tener nuestro propio espacio de encuentro para compartir y crear comunidad", recuerda Jorge Iriarte, coordinador de Pikuxar.

Otro de los objetivos fundacionales es su proyección pública, una sociedad abierta al pueblo de Irurtzun. Por ello, alquilaron el antiguo bar Mabel, un espacio de encuentro y fomento del euskera en la que también se organizaban diferentes actividades como conciertos y cuenta-cuentos. Pero la crisis del ladrillo redujo considerablemente los ingresos. "Pensamos que era el momento de reflexionar sobre el futuro y en asamblea general se decidió apostar a lo grande, con la compra de un local propio pero seguir con la misma filosofía".

Así, comenzaron una campaña de captación de socios en la que pasaron de 70 a 100. "Aunque el proyecto tiene cabida para 120 personas pensamos que con un centenar era viable", observa Iriarte. Lo siguiente fue crear un organigrama con diferentes comisiones de trabajo. "Hay una más social que se dedica a la organización de actividades, otra para las obras, otra para las finanzas y otras dos comisiones transversales de comunicación y gestión que da soporte a la junta directiva", explica. "Del centenar de socios y socias, 40 están implicados en la organización, participan en las comisiones", destaca.

Otro pilar de este proyecto es el trabajo en auzolan. Por ello, se han dotado de un reglamento interno de participación que regula los derechos y deberes de los socios en cuanto a la participación en la sociedad. Además, han creado un banco del tiempo que en estos dos años y medio de andadura ha registrado unas 11.000 horas de los socios. "Se recoge el tiempo invertido por cada socio para equilibrar el esfuerzo que hacen los socios además de generar confianza entre ellos", apunta Iriarte. "Con esta herramienta estamos garantizando que todos los socios se sientan cómodos y desarrollen sus potencialidades. Así conseguimos que suba la motivación de todos", observa.

Y es que como destaca, el mayor reto de este proyecto no es tanto el financiero o técnico sino conseguir que 100 personas se pongan de acuerdo. "Lo importante es mantener la motivación para seguir adelante a pasar de todos los obstáculos que surgen y lo estamos consiguiendo trabajando todos y todas con mucha transparencia interna", incide.

Debido a la pandemia, los socios siguen sin tener permiso para realizar auzolanes. Así, los más afortunados pueden ver el avance de la obra desde la ventana de su casa mientras la mayoría se tiene que conformar por verlo por las redes sociales. "A día de hoy esto no está en nuestras manos poder realizar auzolanes. Desde el principio hemos priorizado la seguridad de las personas por delante de cualquier otra consideración". Además, apunta que la mayor parte de los trabajos previstos en auzolan se realizarán en la última fase de la obra, con los acabados, pintado o limpieza del edificio rehabilitado así como en la adecuación del solar exterior, que quieren convertir en una terraza o plaza interior. "Mientras tanto alguno de nuestros socios profesionales en algún gremio colaborará con los constructores", señala.

Pikuxar Euskal Txokoa se creó en 2003 para promocionar el euskera y la cultura vasca desde un espacio abierto

El proyecto de la nueva sede, que asciende a un millón de euros, está apoyado en un centenar de socios