Desde finales del siglo XIX hasta pasada la mitad del XX, más de dos centenares largos de hombres y mujeres naturales del Valle de Erro emigraron a los Estados Unidos de Norteamérica, ellos en especial a trabajar de pastores y ellas en varios oficios domésticos. Hoy sábado, medio millar de personas que, como ellos, partieron de todo Euskal Herria en busca de un futuro mejor, se reunirán llamados por Euskal Artzainak Ameriketan para recordar los viejos tiempos y a los pioneros del valle.

El primero o uno de los primeros, según la impagable base de datos que elaboró el especialista Koldo San Sebastián, puede que fuera Guillermo William Azcarate, llegado a Nevada, muy probablemente a Reno en 1897 junto a Saturnino Urrutia, también originario de Erro. Y entre las pioneras, Fermina Espinal, nacida en Biskarret hacia 1879 que llegó a Nueva York a bordo de La Savoie procedente de Le Havre (Francia) el 20 de diciembre de 1902. Consta que “Se dirigió a Los Ángeles donde vivía su hermano Ramón”, luego éste fue también uno de los primeros.

Los apellidos son típicos de la comunidad del valle y se repiten a decenas los Azparren, Dufur, Errea, Erro, Esnoz, Juanche, Urrutia (el que más, con Zubiri que es el más abundante), Vidaurreta, Villanueva, Zalba y otros. En aquella época (1900) Erro contaba con 2.323 habitantes por los 789 que tiene en la actualidad. El paso del tiempo, igual que con todo el Pirineo, no ha sido justo con el valle.

emigración Erro o Valle de Erro (Erroibar en euskera) es un municipio compuesto por nueve concejos: Aintzioa, Zilbeti, Erro, Esnotz, Aurizberri/Espinal, Lintzoain, Mezkiritz, Orondritz y Biskarreta-Gerendiain, y por 11 lugares que son Loizu, Larraingoa, Ardaitz, Urniza, Zilbeti, Olaberri, Kintoa/Quinto Real, Mezkiritz, Ureta, Biskarreta-Gerendiain y Sorogain-Lastur.

La capital se encuentra en Lintzoain, y el alcalde es Enrique Garralda, reelegido varias veces. La lengua natural es el euskera, que decrece a principios del siglo XX (existían 2.220 euskaldunes por apenas 120 en 1970) pero que se recupera con fuerza entre jóvenes y niños.

En los registros de extranjeros de la isla de Ellis (histórico acceso a Nueva York de los barcos, originalmente único transporte) y del aeropuerto de La Guardia, figuran alrededor de 230 naturales del Valle de Erro y sus concejos y lugares. Es seguro que la cifra es mayor, aunque los registros son mucho más complicados conforme se crean aeropuertos en otros estados.

lejos de casa Un caso, el de Guillermo William Azcarate, es uno de los más llamativos. En 1905, como paso previo a la solicitud de ciudadanía, él y su hermano Ramón ante un funcionario del condado de Washoe (Nevada) “repudiaron al rey Alfonso XIII de España”. Lamentablemente, Azcarate murió el día 3 de diciembre aquel mismo año.

La vida nunca fue fácil para los emigrantes, sólo hablaban euskera y debían entenderse por el lenguaje universal de las señas, excepto cuando se abrían las puertas del cielo y encontraban algún compatriota. Nada más llegar, el patrón les trasladaba a sus lugares de trabajo, un perro y un rifle, a veces un caballo, comida frugal pero abundante y un sheepwagon (karrokanpo) de alojamiento y a cuidar el rebaño, a veces de varios miles de ovejas.

Lo peor era la soledad, días eternos, rutinarios, sin ver ni hablar con nadie, salvo con el perro, ¿se puede hablar con un perro?, y evitar los peligros para las ovejas (borregas, les decían) y para uno mismo. Por ejemplo, Javier Elcano Jack (léase Yeik), nacido en Linzoain, el 4 de octubre de 1883 y llegado en 1901. Falleció el 20 de mayo de 1930 “a causa de la fiebre producida por el golpe de la rama de un árbol”.

dejar huella Antonio Urrutia (Espinal, 12 de diciembre de 1928) se despidió de sus padres. Su amatxo le abrazó llorando y el padre, también emocionado, puso disimuladamente en su mano un arrugado billete de 500 pesetas y un práctico regalo que nunca le abandonaría: una navaja Opinel, “la más famosa de Francia” que había adquirido en Urepel, en la vecina Baja Navarra.

En los ratos de ocio, cuando el ganado disfrutaba de pasto verde y fresco y estaba tranquilo, Antonio Urrutia aprovechaba para acercarse hasta un bosque de álamos para, con ayuda de esa navaja, dejar testimonio de su presencia de la misma forma que descubrió habían hecho otros pastores antes que él.

Ni pensaba que años después, hacia 1980, otro vasco, el profesor de Historia de la Universidad de Reno, Joxe Mallea-Olaetxe, se enteraría de la existencia de estos grabados y elaboraría un registro de unos 20.000 dibujos y símbolos, denominados arboglifos. Hoy en día estos arboglifos, obra de los miles de inmigrantes vascos que marcharon a trabajar como pastores en el oeste de los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX, son los más estudiados por los arqueólogos.

indispensables En general, los contratos que firmaban los pastores fijaban una duración de tres años, aunque otros se establecían hasta los cinco. En su caso, se ocupó en Gardnerville, Nevada, con un sueldo de 165 dólares al mes, más alojamiento y alimentación.

Pero el objetivo de casi todos consistía en independizarse al finalizar su compromiso y establecerse por su cuenta, bien haciéndose con su propio rebaño o buscando trabajo en las ciudades, e intentar conseguir la green card, la carta de residencia, lo que no resultaba fácil.

En bastantes ocasiones, los US Citizenship and Inmigration Services, el servicio de inmigración de los Estados Unidos, se mostraba inflexible, no tenía en cuenta los años de estancia de los pastores y les obligaba a salir del país y como mucho intentar volver de nuevo. Este hecho suponía un tremendo disgusto y acabar con su plan de futuro, pero también les ocurría lo mismo a sus patrones.

Así, las asociaciones de ovejeros reclamaban que se considerara el perjuicio que se ocasionaba a sus explotaciones ganaderas y a la economía del país, y eran los primeros en defender a los pastores que les habían prestado un servicio impecable, sufrido y además barato. En un informe de la comisión de Inmigración de los Estados Unidos se decía que: “?estos vascos son prácticamente indispensables para el programa de alimentación de guerra, ya que se trata de excelentes pastores, (?) obligarles a irse a un país extranjero para volver a solicitar un visado afectaría gravemente al negocio ovejero en esta parte del país” (Reno Evening Gazette, 1945-03-23).

Por suerte, en la mayoría de los casos estos recursos eran atendidos. Uno de los casos felizmente resueltos fue el del errotarra Marcelino Urrutia (nacido en Linzoain en 1904), llegado a Nueva Orleans el 16 de junio de 1944, con un contrato de pastor con Peter Borda de Gardnerville, Nevada. En abril de 1949, el congreso de los Estados Unidos aprobó su “residencia permanente” en el país junto a la de otros 47 pastores vascos.

mujeres Las mujeres de Erro participaron desde el principio en la aventura americana, sin complejos y como fuertes y valientes, acostumbradas al trabajo duro y a las privaciones. Entre ellas, se recuerda a Juana Eliceche (Álvarez de soltera) nacida en Zilbeti el 13 de junio de 1886. Su padre falleció cuando ella tenía seis años, y su madre y sus cuatro hijos llegaron a Fresno (California) en 1901. Se casó con Mariano Eliceche a los 17 años y tuvo cinco hijos: Michael (1905), Geraldine (1907), Mary (1908), Frank (1911) y Joseph (1913). Vivía en Coalinga cuando murió su esposo en 1918, vendió las acciones y alquiló las tierras que poseían y dió estudios a todos sus hijos.

Otras pioneras fueron Polonia ¿Paloma? Auzqui (Mezkiriz, 1890), Flora Goñi, nacida en Lizoain que en 1920 vivía en Brigdeport (Calif.), Fermina Espinal (Biskarret, 1879) o Eulalia Olondriz (Zilbeti, 1889) que llegó en 1908 y se dirigió a Reno. Más reciente, Ascensión Murillo (Erro, 22 mayo 1941) recordada maestra en Berroeta (Valle de Baztan) que falleció el pasado diciembre en Wasco (California) donde residía desde su matrimonio con P.M. Zalba.

la fiesta El viaje a Estados Unidos con los pastores de Erro da para mucho más, sus conflictos en los años de la prohibición, accidentes y ataques indios que les costaron la vida, la locura que algunos sufrieron víctimas de la soledad y otros muchos avatares, también momentos alegres y festivos con sus compatriotas. Muchos volvieron con unos miles de dólares que les facilitaron una vida mejor que no habrían logrado aquí, y otros se establecieron en el nuevo país que les había acogido. Hoy, en el encuentro que cada año organiza Euskal Artzainak Ameriketan tendrán ocasión de recordar aquello y abrazar a antiguos compañeros. Su viaje y su trabajo, en general, no fue en vano.