Existen algunos momentos de aplausos irracionales que me hielan la sangre. Son aplausos casi espasmódicos que se hacen sin pensar pero que dejan el cuerpo frío. Uno de ellos se produjo cuando en el Congreso se aprobó la intervención de España en Irak, de manos de Aznar, y el PP en bloque se levantó para aplaudir que íbamos a entrar en una guerra injusta e ilegal (curioso calificar así a una guerra). Otro fue cuando se aprobó la reforma laboral, con la pérdida de derechos que supuso, y entre aplausos una diputada popular vocalizó “¡que se jodan!”. Esa diputada era Andrea Fabra, hija de Carlos Fabra (encarcelado por fraude), que había sido senadora y diputada durante 12 años. Un tercer momento (muy diferente en cuanto a la gravedad de la situación) me sucedió el otro día en el Consejo Político de UPN en Tudela. En el mitin de Javier Esparza hizo una declaración en contra del diálogo: “A algunos se les llena la boca apelando al diálogo. Diálogo como mantra, como remedio milagroso a todos nuestros males. No es real. Es mentira. El diálogo con los independentistas es inútil. Dicen que quieren dialogar pero quieren imponer su ideología”. ¿Cómo puede un político, señor Esparza, desechar y estar en contra del diálogo? ¿Qué nos queda si un político no apuesta por el diálogo? ¿Para qué queremos a los políticos si no van a usar el diálogo como método?, porque para elaborar proyectos, planes o decisiones tenemos a los técnicos. Es para echarse a temblar que rechace el diálogo con los que piensan distinto a usted y el resto de su consejo político le aplauda con dedicación. De verdad, ¿no les parece preocupante? ¿Con quién quieren dialogar, con el PP o Ciudadanos que tienen una misma línea? Digo yo que hay que dialogar con quien piensa distinto a tí. Precisamente estamos como estamos porque muchos políticos como Esparza, rechazan el diálogo y el acuerdo con el diferente. He encontrado una cita de un profesor universitario, autor de numerosos artículos y libros sobre filosofía política, política internacional y ciencias sociales, el chileno Fernando Mires. “Sin diálogo no hay política. El diálogo es uno de los dos pilares sobre los cuales reposa la política. El otro pilar es el antagonismo. El antagonismo es a su vez la condición del diálogo. Sin antagonismo el diálogo es una simple conversación (hacer versos juntos). Sin diálogo el antagonismo es simple violencia física”.