tudela - Entre curiosa, intrigada y segura, al saberse protagonista, Daniella Garro observa con atención cómo Patxi Cambra y Goyo Terrén le colocan el arnés para colgar del techo del garaje de la familia Cambra-Arregui. La escena podría recordar cuando los niños abren los regalos en la madrugada del 6 de enero porque Daniella, de 7 años, vive desde pequeña la posibilidad de ser protagonista de la Bajada del Ángel como si fuera un regalo. Sus padres, Javier Garro y Beatriz Paz, recuerdan cómo “siempre miraba al balcón de la Casa del Reloj, nos decía cuál era la ventana desde la que se sale... Desde que tenía uso de razón preguntaba cuándo iba a ser el Ángel”. Por eso, el momento de ser colgada por primera vez desde un mosquetón, ponerse en posición de vuelo y vestir las alas es para ella un sueño cumplido y solo con cerrar los ojos puede verse atravesando la plaza de Los Fueros de Tudela y lanzando aleluyas a sus amigos (papeles en los que se imprime esa palabra y que desde 1867 se lanzan en esta ceremonia), situados en puntos estratégicos.

el ensayo “En realidad ella es zurda pero se siente más cómoda quitando las horquillas con la derecha y lanza también los aleluyas con la derecha”, explica Miguel Ángel Vallejo antes de comenzar el ensayo. Daniella es un suspiro, y el hecho de ser tan delgada evita problemas con el arnés que han de ajustarlo hasta el último agujero. Como si no fuera con ella la cosa, observa con parsimonia al corro de personas que se encargan de darle instrucciones y vestirla (Miguel Ángel Vallejo, Ana María Arregui, Goyo Terrén, Zoraida Hoyos, Rodolfo Milagro y Patxi Cambra). “Primero te colgamos y luego nos dices si algo te molesta”, le indica Goyo mientras que su madre, Beatriz, pegada al móvil grabando, no puede evitar gritarle “¡guapa!”. “Bueno empezamos”, indica Miguel Ángel, lo que implica que hay que volver al orden. De sus manos (las de Miguel Ángel Vallejo y Ana María Arregui) depende el elegir al niño o niña que protagonice la ceremonia, todo un peso de más de cuatro siglos a sus espaldas. Desde 1663 (antes se hacía a pie) en Tudela se representa el descenso de un Ángel que acude a retirar el velo a la Virgen y poner el fin al luto de la muerte de Jesús, una ceremonia declarada de Interés Turístico Nacional.

Mientras de fondo el aparato de música deja sonar la Marcha Real, Daniella, con el banderín en la izquierda, hace como que levanta el vuelo y sale del templete; “despacio...”, “tranquila...”. La pequeña tudelana de siete años mueve los brazos en el aire como si nadara, “los aleluyas”, recuerda Miguel Ángel. La tecnología también ha llegado a estos ensayos y lo que antes interpretaban a capela cantando “chinta, chinta, tachinta, chinta, chinta...” hoy se realiza mediante una tablet.

A Zoraida le toca este año hacer de Virgen María y con la corona cubierta por un pañuelo negro se arrodilla debajo de la pequeña para completar el ensayo. “Me voy a poner más lejos por si te pasa eso y para que tú mandes a los que llevan la Virgen dónde quieres que se pongan; que se acerquen o se alejen”, explica. Daniella, obediente, hace gestos con la mano para que levante o baje la corona de acuerdo a su altura del techo.

Una vez decidida la posición más idónea comienza a retirar las horquillas que sujetan el velo a la corona, guardando una en el bolso de las aleluyas. También en esto hay costumbre y tradición ya que desde hace muchos años los pequeños y pequeñas que interpretan el papel de Ángel se guardan una para regalar a la madre que suele presenciar la ceremonia desde la plaza de Los Fueros, mientras el padre le acompaña a la Casa del Reloj.

“¡Alégrate María, porque tu hijo ha resucitado!”, grita en el ensayo Daniella antes de retirar el velo. El ensayo continúa sin ningún percance e incluso se echa el pañuelo a la espalda a la primera, una de las señales que en Tudela se interpreta como que ha interpretado su papel a la perfección. Daniella vuelve a nadar en el aire para regresar al templete que se coloca en la Casa del Reloj mientras una nube de aleluyas va cubriendo su retirada. “El pie”, apunta Miguel Ángel, un gesto fundamental para que, tras el vuelo, pueda entrar en el templete donde le recogerán.

“¡Bravo!, ¡muy bien!”, le gritan entre aplausos sus familiares y amigos que han venido a presenciar la ceremonia. Su hermano, Juan, muy inquieto, no para de recoger los papeles de las aleluyas que han caído al suelo. “¡Venga, vamos a hacer otra prueba!”, repite Miguel Ángel, como director de orquesta.

Tras el primer ensayo del vuelo, solo queda el del próximo 9 de abril para ultimar los detalles antes de que el 21 de abril sea la puesta en escena definitiva. Daniella Garro, como un Ángel impasible, surcará el cielo de la plaza de Los Fueros para cumplir, un año más, con una tradición que destila historia no sólo en sus pasos y procesos sino en cada elemento, vestido u objeto que se emplea. La Bajada del Ángel se representa con este vuelo desde 1663 y desde 1851 se realiza en la plaza de Los Fueros.