“¡Por eso se oye este cantar...!”, dejó grabado Manolo Escobar y se convirtió en superventas en Tudela. Aunque quien no estuviera presente en la plaza de Los Fueros no se lo pueda creer, el himno no oficial de España fue la penúltima canción que se pudo oír en Tudela antes del lanzamiento del cohete. Digo la penúltima porque, como ya es tradicional, la última fue el Himno de Navarra, algo habitual desde que gobierna Navarra Suma. Como el día de Nochevieja con los anuncios, en la capital ribera hay que estar atento a las últimas canciones antes del cohete, porque tienen su significado.

Varios jóvenes tudelanos saludan a la cámara antes del cohete.

Eso sí, en esta ocasión, Esparza no aprovechó los sones del himno navarro para salir al balcón, como hiciera en 2019, pero sí lo hicieron varios ediles del equipo de gobierno de Tudela, con el alcalde Alejandro Toquero y su secretaria a la cabeza, para acompañar al público –con el dedo señalando al cielo– el “¡qué viva Espaaaañaaaa!”, algo que, como dice la canción, siempre lo recordaremos y quedará grabado en nuestras retinas. A los sones de un pasodoble, Tudela reclamó a Pamplona la capitalidad de Navarra, con insultos incluidos.

Un grupo de niñas disfrutan del lanzamiento del agua.

Bajo el balcón había una marea roja de pañuelos, con menos banderas de ningún país o tendencia que ningún año. Por otra parte, todas las banderas de Tudela y de Navarra del mercado se habían agotado ya que había una en cada farola o pilar de la ciudad en un kilómetro a la redonda. El cúmulo de adornos banderiles y estandartes es tal en Tudela durante estas fiestas que no se sabe si la ciudad está en fiestas de Santa Ana o en una feria medieval o de artesanía.

Un joven licenciado, en la bajada de la peña Andatu.

Los cánticos de los miles de personas, en un 90% menores de 20 años, que se agolpaban en la plaza de Los Fueros –llegaron a las 11.00 los primeros y desde las 11.30 no cabía un alfiler pese a los 40 grados del termómetro– tan pronto repetían “¡Puta Pamplona, Tudela capital!”, que tanta gracia hizo al alcalde, como reclamaban la presencia de la presidenta “¿la Chivite dónde está, dónde está la Chivite?”. También se lanzaron a solicitar la presencia del alcalde en el balcón “Toquero, Toquero”, como si se tratara de una estrella de rock. El primer edil satisfizo a sus fans saludando con el puño en alto –el derecho, no hay que asustarse– y lanzando el pañuelo rojo como regalo a los mismos jóvenes que habían llamado “hijo de p...” a un jugador francés por no haber querido fichar por el Real Madrid.

Beber de una bota es toda una destreza.

Tras dos años sin fiestas parecieron perderse algunas buenas costumbres y la marea granate del kalimotxo inundó de nuevo más de media plaza e hizo imposible el acercamiento a cualquiera que quisiera pasar del kiosco y llevara más de dos décadas sobre la tierra.

Decenas de personas reclaman agua a los que se asoman a los balcones.

Una vez que se realizó el lanzamiento del chupinazo –cohete o exploto que también con esto se ha de crear polémica– la marea roja se fue desbordando hacia las peñas y hacia la Carrera, con una potencia y un número de participantes como hacía tiempo que no se vivía y con el lanzamiento del agua preceptivo que aliviaba los golpes de calor.

Un katxi siempre se puede compartir.

Pese a lo que pueda parecer, todo salió ayer a pedir de boca, al menos hasta las 18.00 horas ya que Protección Civil solo atendió a 14 personas. De ellas 11 en el momento del cohete y todas por golpes de calor o lipotimias, pero ninguna de gravedad. No hubo intoxicaciones etílicas o cortes (solo uno y no de gravedad) y apenas 4 traslados, por taquicardias, una lipotimia y problemas con una cadera rota de una persona mayor.

Un joven lleva sobre los hombros a una chica siguiendo a las charangas.

Lo que sucedió en el concierto de los dj’s y por la noche se queda para el parte de hoy, pero el primer paso de unas fiestas tranquilas se dio y se vivió un gran inicio festivo, pese a todo.

Un espontáneo rocía de agua a los participantes de la fiesta.