a actualidad marca el ritmo en las residencias de ancianos desde marzo, lugares que se han convertido en espacios vulnerables durante los últimos meses y donde la vorágine diaria mantiene en tensión a sus trabajadores. Ellos, los encargados de cuidar a los residentes, trabajan "con el miedo y la tensión como asistentes", compañeros que merman su propia salud y que nos ayudan en la asistencia a los mayores. Lares Navarra ha impulsado un programa de formación y de gestión de equipos para su personal orientado a la época covid. "Nos preocupamos por cuidar y ofrecer cuidados de calidad a los residentes, pero para ello es imprescindible que atendamos también a los cuidadores", reflexiona Beatriz Lacabe, secretaria técnica de la asociación, quien considera que hay que apostar por la formación y el apoyo psicológico para poder desarrollar sus labores. "Entendemos que están soportando mucha presión, sufrimiento y miedos, sentimientos que están a flor de piel en una situación de tensión constante", indica Lacabe.

En la residencia de Olite, donde hasta el momento no se ha notificado ningún caso, las auxiliares lidian "con la presión por el aumento de trabajo y con el miedo a que el virus entre".

"Tenemos miedo a tener que afrontar la situación, a no saber qué es lo que va a pasar y si vamos a estar a la altura", apunta Virginia Barrachina, auxiliar de enfermería en el centro, quien reconoce la necesidad de la atención psicológica también para ellas, porque "te enseña pautas para relajar la tensión personal y la de grupo". En Artajona, una de las primeras residencias navarras en las que se lidió con el contagio masivo, la incertidumbre y la intranquilidad son las sensaciones que protagonizan el día a día. Beatriz Ibáñez, auxiliar de enfermería, confiesa que durante el primer tramo de la pandemia "lo que más estrés generaba era no saber qué va a pasar, porque ni siquiera conocíamos cómo actuaba la enfermedad".

"Era un estrés doble, por contagiarte tú y por contagiar en la residencia", expresa Ibáñez y confiesa que en más de una ocasión tuvo que llamar a la psicóloga de Lares "para luchar con los cuadros de ansiedad". "Hay muchos miedos juntos, por ti, por tu familia, por los residentes...", ahonda Ibáñez, una mujer que "siempre" ha trabajado en una residencia, oficio que le mantenía, incluso le mantiene, "encantada", aunque ahora pase por un mal momento. Ella, que ya ha recibido la formación en la que se dan pautas para relajar la presión y entender que hay situaciones incontrolables, recalca que es imprescindible que el personal de las resistencias también reciba asistencia.

Yaquelin Maestre, directora de la residencia de Artajona, reconoce que la situación ahora que no tienen ningún caso "está más relajada" y que, aunque los trabajadores "lo viven con más tranquilidad siempre están alerta porque no se quiere volver a lo mismo de antes". "Hay momentos en los que estamos más irascibles y más nerviosas, por eso necesitábamos de este tipo de formaciones, que nos han venido bien a todas", comenta Yaquelin Mestre, quien llegó a vivir cómo había trabajadoras a las que se les daba la baja por depresión y estrés "y llegaban a sentir culpabilidad porque había falta de personal".

"La calidad de los cuidados profesionales depende del estado físico, emocional y mental del cuidador", resume Gaztelu Luz Zufia, la psicóloga encargada de las formaciones de Lares Navarra. Para ella estas sesiones son un recurso de salud, pues los profesionales sanitarios "han sido entrenados en el uso de técnicas y procedimientos, pero el más importante es el cuidado de nosotros mismos". "Es fundamental reconocer el conjunto de la persona que es el cuidador para que su atención sea saludable hacia la persona que está a su cargo", expresa.

En las sesiones, que se realizan en grupo y en las propias residencias, se trabaja el bienestar emocional y la salud mental, "dos pilares que directamente benefician a quien recibe algo de mí". "Estoy encontrando síntomas de estrés postraumático, personas que han estado muy comprometidas en el principio de la pandemia pero que ahora están más cansadas y menos animados", resuelve Gaztelu Lus. Retomar el trabajo con la sensación de que en cualquier momento se puede volver a los primeros meses del año "les hace estar alerta y atento a lo que pueda pasar".

"Para afrontar esto lo que trabajamos en el refuerzo positivo, enseñando ejercicios de refuerzo emocional para poner la atención en el cuidado físico, mental y emocional, trayendo la mente al aquí y al ahora", resume Lus, que especifica que el miedo que sienten las trabajadoras es "la memoria del dolor proyectado al futuro", es decir, el temor de que vuelva a pasar lo que ya "nos ha hecho daño". Ya en el inicio de la pandemia la asociación puso a disposición de las trabajadoras el apoyo psicológico, a través de consultas que se hacían por teléfono a la propia Gaztelu. "Desde marzo hasta ahora estamos en una vorágine de estrés, en una rueda que no para y en la que no nos permitimos a nosotras mismas parar, y ahí es donde ayuda el trabajo de Gaztelu", confirma Sara Blasco, la directora de la residencia de Olite, que reconoce que "la primera vez que me paré a pensar en cómo estaba yo fue en la formación con la psicóloga".

"Otra de las cosas que la pandemia ha quitado es la cercanía con los compañeros, hay restricciones de soledad", expone Gaztelu Lus y argumenta que esto también hace difícil la rutina "pues ya no se nos permite el roce y el calor".

La formación pone parte del foco en el trabajo en equipo, "porque según cómo esté cada uno va a influir en el trabajador que esté al lado". "También nos ayuda mucho saber que formamos parte de un grupo", discurre Sara Blasco, la directora del centro olitense. "El estado de ánimo se contagia al equipo y a las personas igual que el virus, por eso es tan importante poner atención en el ánimo de los trabajadores y ayudar a preservar la salud mental de los cuidadores, porque eso también ayuda a los que reciben el cuidado", concluye Gaztelu Lus.

"Trabajan en tensión constante, siempre pendientes de que puede haber brotes"

Psicóloga