Este 15 de julio enterramos a Maximino Beperet Aizcorbe. Irunsheme, pamplonés y pamplonica de convicción, sentimiento y acción. Aquellas personas, muchísimas, que hemos disfrutado de él, debemos estar encantadas de haber tenido cerca a un hombre bueno, respetuoso y conciliador. Un futbolista de estilo y osasunista de corazón. Los Sanfermines siempre estarán adobados con su presencia. Cocinero y generador de comensales y de amistad. El agro navarro también le va a echar en falta. La calle, el barrio, su ciudad eran sus referentes, su espacio de expresión y compromiso social.

Maxi siempre desarrolló el sentimiento de pertenencia a Pamplona, a esta tierra vasca, y desde este orgullo se comprometió con acciones cívicas y alternativas. Es obvio que lo que no se conoce no existe y estamos acostumbrados a que se utilice la amnesia social para reinventar el pasado. Por esto quiero incorporar el artículo que José Antonio Iturri, escritor y cronista pamplonés, le dedicó en la década de los ochenta en un periódico local.

CUENTO DE UN VIEJO AUTOBÚS”

Los viejos autobuses siempre tienen un cuento prendido en los sillones desvencijados, en sus ballestas de las de antes, en su morro fuera de lugar y en ese aire cansino y polvoriento que desparraman con su cariñosa presencia. Pero los cuentos no entran en los engranajes administrativos y sus pequeñas historias amables se caen estrepitosamente ante el rigor del funcionario frio y desconocido.

Maximino Beperet Aizcorbe, Maxi o Bepo para los amigos, se ha visto en una situación límite de ofrecer el viejo autobús que reivindicó las campañas de basura en Ermitagaña –para que los vecinos dividiéramos pacientemente la basura orgánica de la inorgánica-, que se utilizó en Ansoain para el reciclaje de las idem, y que luchó en la Plaza del Castillo contra la guerra del Golfo, lo ha ofrecido, digo, al Ayuntamiento, a cambio de que le condonen las deudas del impuesto de circulación.

Yo no acuso al funcionario frío y distante que aplica la ley del ordenador a todo vehículo viviente; yo acuso al Ayuntamiento de no ser capaz de la más mínima sensibilidad hacia un viejo autobús que sirvió de oficina informativa, que planeó con flores por los barrios de la ciudad y que luchó, él solito, contra la guerra.

Esta ciudad no tendrá corazón si no acoge en sus amplios pliegues municipales el viejo autobús del Bepo –condonándole, por supuesto, esa extraña deuda- y no lo ponen como monumento a una serie de gentes que un día soñaron con plantar flores en los tejados de la ciudad. O por lo menos que le den el mismo trato que al Bus de la Oficina de Información a quién, que se sepa, nadie le ha cobrado su instalación en la Plaza del Castillo.

Además, por si fuera poco, el Bepo ha sido el mejor medio que tuvo Osasuna –mirar y poner el balón en el sitio adecuado- uno de los mejores corredores del encierro y una persona que no ha escatimado amistad y sonrisa para nadie.

¡Que no venga el Ayuntamiento con flautas!

José Antonio Iturri

Los movimientos ecologistas de Navarra allá por finales de los 70 entre otras acciones dábamos charlas para demostrar que la basura era riqueza y que la necesidad de la recogida selectiva de basuras era necesaria. Desde estas acciones, desde la reivindicación y rebeldía, la Diputación Foral acabó realizando unas Jornadas sobre Basuras en 1980, que tuvieron lugar en Pamplona. Como consecuencia se decidió poner en marcha cuatro experiencias, en distintos sitios, de recogida selectiva de residuos sólidos urbanos para su posterior reutilización y reciclaje. La respuesta ciudadana fue entusiasta. En noviembre de 1983 en Pamplona se inicia la estrategia y el plan más avanzado y alternativo de España en recogida de basuras.

Reciclar, hoy día, es una acción ciudadana que las Administraciones democráticas no pueden renunciar si no quieren perder la inercia social. Las personas que tengan cuarenta años han conocido el reciclaje de basuras como un comportamiento normal, cívico y vital. Pues no es así, la historia se sucede, no acontece.

¿Quién puede creer que hace unos años tan sólo era reivindicación y lucha social?

Maxi, como grupo ecologista Lorea, puso a su nombre el citado Bus para poder llevarlo por barrios y que sirviese de oficina para informar de la bondad de separar basuras. Era el espacio de encuentro de la gente alternativa, tan estigmatizada por las instituciones. Son estas mismas que siempre patrimonializan aquello que les es ajeno.

Antes decía que estamos acostumbrados a que se utilice la amnesia social para reinventar el pasado. En este pasado reciente en Navarra y, si de basuras, ecosistema y reciclajes hablamos, es necesario recordar y reivindicar a tantas y tantas personas que se comprometieron con esta lucha. Muchos de ellos ya caminan por los mundos de los sueños: Mario Gaviria, José Ignacio Sanz Arbizu, Adolfo Jimenez “Fito”, y ahora nuestro Maxi.

Actualmente esta sensibilidad hacia el reciclaje que se tiene por parte de la Sociedad Institucional tan sólo hace unos años era desconsideración y estigmatización a las acciones de la Sociedad civil.

En fin, podrían los que mandan aprender también de la solidaridad y fraternidad de Maximino Beperet Aizcorbe.