El pasado lunes día 8 falleció en Pedernales (Vizcaya) el exlendakari del Gobierno de la Comunidad Autónoma del País Vasco José Antonio Ardanza Garro. Nació en Elorrio (Vizcaya) el 10 de junio de 1941, hijo de Damián y de María, esposo de Gloria Urtiaga, que ha sido su sostén, apoyo y refugio, y sus queridos hijos Aitor y Nagore, a quienes trasmito mi condolencia.

Se formó en su localidad, el seminario diocesano de Derio, el colegio de los jesuitas de Durango y licenció en Derecho en la Universidad de Deusto (Bilbao). Trabajó como asesor jurídico de Caja Laboral Popular en su sede central de Mondragón (1969-1983), donde le conocí con otros compañeros cuando trabajamos en un proyecto urbanístico muy importante para la localidad.

Miembro de la organización juvenil (EGI) de EAJ-PNV le tocó vivir la crisis interna de la que salió el movimiento radical-revolucionario-marxista que configuró el MLNV y ETA. En aquel durísimo debate tuvo un papel conciliador entre posturas tan radicales que hicieron imposible cualquier encuentro, lo que le marcó para siempre, como demostró su actitud de absoluto rechazo de la violencia. Años después expuso su posición en unas declaraciones con motivo del 25 aniversario del asesinado de M.A. Blanco: “Pero yo tuve muy clara siempre mi posición porque yo a ETA la vi nacer cuando estaba en busca y captura como miembro de la mesa nacional de Euzko Gaztedi entre 1962 y 1966. Tras la V Asamblea yo descubro dos posiciones: la nacionalista de la ETA originaria y los que defendían el ejemplo de los Frentes de Liberación Nacional, para quienes las guerras de independencia solo tienen éxito con un planteamiento revolucionario marxista. Vi que estos iban de otra cosa, por lo que advertí a la gente de mi partido que esa facción se quería vestir de ropaje nacionalista para embaucar a parte de la sociedad. Desde mi concepción democrática y humanista, uno puede estar dispuesto a morir, pero no a matar”.

En su trayectoria al servicio de su pueblo desde su ideología jelkide demostró que tenía las tres cualidades exigidas para la práctica de la política: “el arte, la voluntad y la pasión de gobernar” (L. Latzarus, La politique, 1928). Fue juntero de las Juntas Generales de Guipúzcoa por Vergara entre 1979-1983 y por Deba entre 1983-1985, alcalde de Mondragón (1979-1983), Diputado General de Guipúzkoa (1983-1985) y miembro del Parlamento Vasco (1985-1998). Sucedió a Carlos Garaikoetxea tras la escisión de EA y su dimisión en 1984, fue lendakari del Gobierno vasco entre el 2 de marzo de 1985 y el 2 de enero de 1999 en una coalición con el PSE, siendo sus vicepresidentes Jaúregui, Ibarretxe y Azúa. Le sucedió el segundo el 2 de enero de 1999.

De su gestión se pueden destacar varios aspectos relevantes: rechazo de la violencia, autogobierno y mejorar el presente y futuro de sus conciudadanos.

Su convicción ideológica de inspiración demócrata, social y cristiana le llevaron a abominar de la violencia como medio al servicio de una ideología intolerante. Por eso se opuso siempre a esas conductas y buscó un acuerdo político y social de rechazo y marginación, que plasmó en el Acuerdo para la Normalización y Pacificación de Euskadi-Pacto de Ajuria-Enea de 12 de enero de 1988. Contribuyó al aislamiento de los violentos y de quienes les daban cobertura política.

Desarrolló el autogobierno de la Comunidad Autónoma previsto en el Estatuto con la asunción de competencias. De ellas destacó por su contenido e imagen la de seguridad con la creación del Ertzantza como policía integral e integradora de los cuerpos provinciales existentes hasta entonces. En el ejercicio de las competencias fiscales y financieras negoció el concierto económico y, entre otras medidas, se establecieron las “vacaciones “fiscales”, instrumento para la modernización, mejora de la fiscalidad y fomento de inversiones, que ayudasen a la reindustrialización y reconversión de un tejido industrial en gran parte obsoleto.

La terminación de la autovía de Leizarán y su inauguración en mayo de 1995 fue un hito en la mejora de las comunicaciones, que afectó directamente a Navarra, una vez que se superaron las dificultades creadas por la coincidencia de los violentos y de quienes se beneficiaron económicamente de la violencia. La Diputación de Guipúzcoa modificó el trazado en parte de su territorio, mientas que el Gobierno de Navarra mantuvo el trazado original por Dos Hermanas, sin violar ni volar la mayor, colocando ambas direcciones sobre la antigua carretera y un voladizo sobre el río. Con la desaparición de las amenazas -algunas muy dudosas en la veracidad de su origen y atribución- los supuestos argumentos medioambientales dejaron de existir y, por tanto, la seguridad, el incremento de costos por supuestos riesgos y los beneficios ciertos de los aprovechados.

Promovió la creación de una eurorregión europea con Aquitania, a la que se incorporó Navarra, configurándose en la Declaración de Ainhoa (Labort, Francia) de 16 de enero de 1993, para iniciar un camino de cooperación y acciones comunes dentro de los programas e inversiones de la Unión Europea.

Hoy, cuando Ardanza nos ha dejado para siempre, recordamos que conoció, asumió y practicó el famoso mensaje de Pío XII en la Navidad de 1944, que fue un programa para los que, como él, han sido y son políticos honestos, humanistas y de inspiración cristiana: “Los pueblos cuyo temperamento espiritual y moral es bastante sano y fecundo encuentran en sí mismos y pueden dar al mundo los heraldos y los instrumentos de la democracia que viven en aquellas disposiciones y saben llevarlas realmente a la práctica. Mas donde, por el contrario, faltan esos hombres, otros vienen a ocupar su puesto, convirtiendo la actividad política en campo de su ambición, en carrera de lucro para sí mismos, para su casta o para su clase, mientras la caza de los intereses particulares hace perder de vista y pone en peligro el verdadero bien común”.

Evidentemente, Ardanza fue de los primeros, trabajando sin descanso por el bien común. Tuvo siempre claro lo dicho por Aristóteles: “Las repúblicas se pierden cuando no pueden distinguir los viles de los honestos”. Así lo recordamos y así lo recordaremos: prudente, honesto y entregado. Descanse en paz. Goian bego, lehendakari jauna.

El autor es expresidente del Gobierno de Navarra