“El programa de Biospain de 2023 ha ofrecido una fotografía de los desafíos y oportunidades que marcan el ritmo de la industria Biotech. Ha aglutinado en Barcelona a las grandes empresas del sector, las startups y spin off más emprendedoras, autoridades, agencias reguladoras y a los principales inversores”, sostiene Ion Arocena, director general de ASEBIO.

QUIÉN ES

Ion Arocena es natural de Urretxu (Gipuzkoa). Licenciado en Biología por la Universidad Complutense de Madrid con Premio Extraordinario (2003) y Master MBA por la EOI (2010). Director general de la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO). Cuenta con años de experiencia en evaluaciones científico-técnicas y de viabilidad comercial de tecnologías, proyectos y empresas en el ámbito de la biotecnología. 

La pandemia Covid-19 marcó un antes y un después sociosanitario. ¿Se percibe esto también en el desarrollo del sector de la biotecnología? 

Creo que la pandemia nos puso en el foco. Nos permitió demostrar que la biotecnología está trabajando en soluciones que dan respuesta a retos que uno ni siquiera espera que vayan a ocurrir. Siempre me gusta recordar que cuando estalló la pandemia, allá por marzo de 2020, no teníamos la capacidad de detectar ni diagnosticar el virus, de tratarlo ni de prevenirlo. Y en tiempo récord ya disponíamos de empresas desarrollando test de antígenos, de anticuerpos. Antes de un año ya había empresas desarrollando vacunas; todo en un tiempo récord que permitió luchar contra la pandemia. Eso nos ha permitido generar credibilidad y atraer inversiones.

¿Tras la pandemia la población ve más claro que buena parte de la solución a los avatares de su salud está en el desarrollo de la biotecnología? 

Durante la pandemia vimos ese incremento; a nivel del Estado, entre 2017- 2019 invertíamos cien millones al año; en 2020 subió a 160 millones y en 2021 a 180 millones. Un aumento sustancial. A lo largo del pasado año 2022, un año complicado por cuestiones geopolíticas y por el contexto financiero, la inversión ha bajado a 140 millones, pero sigue estando por delante de la que había antes del covid. Es cierto que no ha estado a la altura de las expectativas creadas, pero ha habido un incremento de la inversión pública en el ámbito de la I+D+i que ha permitido a muchas empresas financiar proyectos.

Un científico en 1985 necesitaba año y medio para descifrar la composición y estructura tridimensionales de una proteína; ahora, utilizando IA, lo pueden conseguir en un día. ¿La biotecnología es nuestra tabla de salvación? 

La biotecnología no es la única tecnología, pero sí es una habilitadora fundamental, algo transversal que permite  soluciones a muchos retos, por supuesto en el ámbito de la salud y en otros. Estamos desarrollando cultivos resistentes a plagas, a condiciones ambientales exigentes, resistentes a la sequía. Ensayamos bioestimulantes que permiten a las plantas crecer más sanas, y bioplásticos que pueden sustituir a los productos de origen petroquímicos. Nuestras capacidades se entroncan muy bien con nuestras necesidades sociales, ambientales y económicas, porque trabajamos en salud, y en alimentación y, por supuesto, en la sostenibilidad.

De la IA solemos hablar en futuro, pero ya es un presente.

Está ya; nuestras empresas están utilizando la Inteligencia Artificial en procesos de desarrollo de medicamentos, por supuesto. Es un cambio disruptivo que ya forma parte de la realidad en el desarrollo de productos. 

¿Se va acortando este intervalo entre la investigación y la traslación de sus resultados?

Nuestra industria está muy regulada. Esto fija unos corsés que además tienen su lógica; tenemos que asegurar, porque trabajamos en salud, que los productos que desarrollamos no solo sean eficaces, sino también seguros. Ahora bien, durante la pandemia del covid se ha demostrado que también tenemos margen de flexibilidad, que se puede ir más rápido en el desarrollo de productos y que existen mecanismos regulatorios que nos pueden dotar de esa flexibilidad añadida. La pandemia ha sido un banco de pruebas del que se pueden extraer lecciones para aplicar a otros ámbitos y también para ser más ágiles de lo que somos ahora.

Comenta María Blasco (presidenta del CNIO) que la investigación biosanitaria en España goza de buena salud, pero que la aplicación tecnológica se resiste por insuficiente inversión, y que con frecuencia retornan los descubrimientos con patente de otros lares. ¿Es así? ¿Cómo atajarlo?

Esto es la gran paradoja; tenemos muy buena ciencia y, sin embargo, lo que nos cuesta es transformar la ciencia en valor económico e industrial. También tiene que ver con el tejido productivo del país; en nuestro sector tenemos pocas empresas líderes de origen nacional y tamaño grande. Hay muchas pymes y micropymes con poco músculo para poder embarcarse en más desarrollos tecnológicos. Tenemos necesidad de fortalecer la base de nuestras pequeñas empresas.  

Hay científicos de primer nivel que se quedan aquí, pero muchos otros no. ¿Por qué? 

La carrera científica en España es muy exigente; no se dan todas las oportunidades que debieran existir. Otros países sí han decidido apostar fuertemente y captan el talento. Dicho esto, no tenemos que tener ningún complejo con la ciencia aquí; tenemos muy buenos investigadores y lo que hemos de hacer es tomar las medidas para generar más oportunidades.

Biospain: edición en Sevilla, Bilbao, Iruña, ahora Barcelona… ¿van aumentando las empresas (pymes, star-ups, …) dedicadas a la biotecnología? ¿Crece su impacto en nuestra economía y en nuestro desarrollo? 

En el Estado el sector goza de una buena posición, ya que la producción científica en biotecnología representa el 1% de la producción científica total y el 2,6% de la producción mundial en esta área. Además, la biotecnología española se cita un 20% más que la media mundial, datos que sitúan al Estado como la novena potencia en términos de producción científica en biotecnología. Sólo en el año 2021, el impacto de las empresas biotecnológicas en el PIB español ascendió a los 11.183 millones de euros, lo que supone el 1% del PIB. Eso también se refleja en BioSpain (Encuentro Internacional de Biotecnología), donde este año hemos tenido 2.100 asistentes y 1.000 empresas.

¿Cómo se monta una empresa biotecnológica?

Crear una empresa en nuestro sector es complejo. Sobre todo porque habitualmente las empresas atraviesan unos años difíciles desde que se establecen hasta que consiguen generar ingresos, pues la mayoría de las veces están utilizando una tecnología que siempre necesita de más desarrollo, y por lo tanto, de mayor inversión. Por eso es importante dar el salto a montar la empresa en el momento que corresponde, ni antes ni después, y hacerlo acompañado de esa capacidad de inversión que permite desarrollar esos proyectos más allá. La financiación es clave.

¿Impulsan suficientemente las instituciones públicas la iniciativa y la financiación de empresas biotecnológicas? 

A nosotros, por supuesto, nos gustaría que el impulso fuera más decidido; hace años se hablaba del necesario cambio del modelo productivo. Hemos progresado, nuestro sector no tiene nada que ver con lo que era hace 10 o 20 años, pero estamos en una competición global y debemos continuar creciendo y consolidando el ecosistema; esto implica, por supuesto, ser capaces de atraer inversión y para eso la administración puede hacer mucho. Puede proporcionar esos marcos de seguridad jurídica, de incentivos, de acompañar al inversor privado, que genere entornos de confianza.

¿Se implica lo suficiente la empresa privada en iniciativas biotecnológicas?  

Vuelvo a la pandemia, un ejemplo repetido, pero muy claro. Cuando tanto el sector público y privado han compartido un mismo objetivo, llegamos más lejos y con más impacto. Se han ensayado fórmulas inéditas nunca antes utilizadas para acelerar el desarrollo de soluciones. Cada vez hay un grupo más consolidado de inversores privados y la capacidad de inversión privada se ha incrementado, así que estamos en un momento justo para coger ese impulso decidido todos juntos y dar un salto adelante.

¿Qué se demanda más de las biotech en estos momentos para lograr una medicina de mayor precisión y más personalizada?

Por un lado, está toda la parte de diagnóstico; hay muchas empresas que están desarrollando soluciones de identificación de marcadores asociados a respuestas de determinados medicamentos. En aras a la personalización de tratamientos, cada vez más una mayoría de los medicamentos que se desarrollan se hacen con biomarcador asociado que permite predecir qué paciente va a ser el más adecuado. Casi todos los productos, sobre todo, en oncología, van por la medicina personalizada.

Hablamos de biotecnología y solemos pensar en medicina, pero existen otras áreas como alimentación, cosmética, fertilizantes…, ¿cuáles son las áreas en mayor expansión y demanda?

En la parte de alimentación estamos en una emergencia de soluciones food-tech. Es así como llamamos a todo lo relacionado con la producción de proteína alternativa, porque producir carne a través de la ganadería tiene un impacto ecológico importante. 

Europa ya no es el centro del mapamundi. ¿Corremos el riesgo de que no solo EEUU, sino los BRICS desequilibren la balanza tecnológica y nos dejen fuera de juego en biotecnología puntera? 

Esta es una reflexión muy importante, pero que en vez de asustarnos nos tiene que estimular a la acción. Está claro que debemos de reforzar la autonomía de los distintos entornos geográficos: Europa, España, Euskadi; reforzar las capacidades de producción local de las cadenas de suministro de manera que tengamos capacidad de respuesta, porque cuando se depende al cien por cien de un tercer país muy alejado y la producción se concentra en entornos concretos esto crea una clara vulnerabilidad, como se puso de manifiesto durante la pandemia. 

¿Es necesario tomar medidas?

Europa ha hecho un análisis de conciencia en profundidad y ese diagnóstico está encima de la mesa. Ahora es necesario tomar medidas, y ahí la tecnología y el desarrollo tecnológico son cruciales. Me gustaría hacer una consideración sobre el reforzamiento de la economía estratégica: es relevante, pero tiene que estar focalizado en aquellas capacidades que van a ser críticas en el futuro. De ahí que el desarrollo de las nuevas tecnologías, como la biotecnología, será fundamental; no pensemos en el hoy, sino en cómo será la medicina del futuro, la agricultura del futuro e invirtamos en esas capacidades.