La situación no es novedosa ni mucho menos, y ahora que se moderniza la zona con la extensión del wi-fi, cuando la moda llama a llevar los tacones más y más altos, las losetas continúan cazando a las mujeres entre sus juntas.

No habrá pamplonesa que se precie que no haya sido presa de la grieta, ni pamplonés que, acompañado por una señora o señorita, no se haya tenido que agachar a poder liberarla o a liberar el zapato de las garras de las grietas.

¿Ha pensado el Ayuntamiento en asociarse con los zapateros de Pamplona? Quizás si de las tapas que se han tenido que poner a cada uno de los tacones desmochados se hubiese recaudado un porcentaje, los impuestos se podrían haber rebajado sustancialmente.

Ya hace años que se acometió la peatonalización y recuerden que se quejaban unos y otros. Nadie confiaba en que la zona se pudiese convertir en un verdadero centro comercial de cielo abierto y el lugar de reunión de habitantes de Pamplona que se niegan a pasar la tarde metidos en Itaroa, en La Morea o en otros lugares que hasta en invierno resultan más que acogedores, agobiantes, realmente estresantes y si el fin de semana termina ahí, mal empezaremos la semana siguiente.

Pero volvamos a las grietas, ¿se puede poner solución? Es que entre no poder caminar del brazo de mi señora y luego no poder cruzar los respiraderos del parking, nos vemos limitados a pasear en zapatillas que, por otro lado, tampoco está mal. La espalda lo agradecerá, pero no los zapateros.