Fraga Iribarne se ha muerto, y lo ha hecho sin rendir cuentas públicamente de sus actos reprobables; porque Fraga Iribarne ha sido un personaje público.
Ahora, tal vez aliviados porque ya no vamos a sufrir más su presencia física entre nosotros, hay hasta quien hace comentarios benévolos hacia su persona y actuación pública, y quieren ver algunos claros y luces en un personaje sombrío, oscuro y siniestro de por sí. Porque lo que Fraga buscó en su vida fue mandar, sin importarle si pisaba cabezas o si manchaba sus pies y sus manos con sangre ajena e inocente. Inocentes, porque no merecieron morir como murieron, ni la causa por la que murieron (la ambición de Fraga Iribarne), como les sucedió a los muertos en Vitoria o en Montejurra en marzo y mayo de 1976, cuando él era ministro del Interior, después de su vuelta de Inglaterra convertido en demócrata de toda la vida.
Porque Fraga fue un entusiasta colaborador de la dictadura de Franco, y disfrutó con los secuestros administrativos y multas a publicaciones y escritos que buscaban reflejar la realidad social del momento, además de ser corresponsable de las condenas de cárcel y penas de muerte dictadas por la dictadura de Franco. La imagen de Fraga Iribarne está estrechamente ligada a la dictadura de Franco, y esa imagen generaba temor y desconfianza; por eso no llegó a conseguir su máxima aspiración: presidir un Gobierno de España.
Toda su vida atacó a los carlistas porque no los pudo utilizar en su favor, ni le homenajeaban, hasta culminar en la indefensión ciudadana y los asesinatos de Montejurra´76, la fiesta carlista contra la dictadura de Franco, y lugar en el que se llegaba a respirar el aroma de la libertad deseada.
Por eso, porque los carlistas somos parte interesada, no le hemos juzgado, no nos hemos tomado la justicia por nuestra mano, sino que dejamos ese asunto en manos de terceros, en manos de la justicia oficial, pero no estamos satisfechos. No obstante, aún mantenemos la esperanza de que la jueza argentina María Servini de Cubría le eche el guante por fin, para que las generaciones jóvenes y venideras vean en Fraga Iribarne el ejemplo de cómo no hay que comportarse para conseguir que el respeto hacia nuestros conciudadanos nos lleve a una convivencia libre, digna, y querida.