El circo de los horrores forales llega a Pamplona. La historia que en él se cuenta se desarrolla una noche de tormenta en el cementerio de los horrores forales. A lo lejos, se ve un tren que se aproxima, haciendo chirriar los frenos. Por la megafonía se escucha un mensaje desconcertante: "El Tren de Alta Velocidad con salida en Castejón y destino en Irurtzun llegará de inmediato al andén número uno de la inexistente estación de Etxabakoitz". La vía se acaba de repente. El tren descarrila. Un pasajero sale de uno de los vagones volcados sin inmutarse, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Se sacude el polvo de su largo abrigo negro con mucha parsimonia. Es alto, arguellado, totalmente calvo, de tez blanca cerúlea y ojos hundidos. Se explica: "El Gobierno foral dijo que el TAV era prioritario para el desarrollo de Navarra. Que aunque no tuviese conexión con el resto del mundo había que poner el tramo navarro en marcha. Que la ausencia de estación en Pamplona era un detalle sin importancia. El tren, claro, descarrila a diario. Y yo lo cojo todos los días para venir a trabajar. Al principio se me hacía raro, pero ya le he cogido el gustillo a esto de descarrilar". Sonríe. Deja al descubierto unos dientes negruzcos y unas encías llamativamente rojas. Continúa con sus explicaciones: "Perdonen. Todavía no me he presentado. Soy el enterrador del cementerio de los horrores forales. Si quieren, les haré una visita guiada. Pero, cuidado, este espectáculo no es apto para estómagos delicados". Suelta una sonora y siniestra carcajada. Se ve un relámpago. Se escucha un trueno. Comienza la visita con ademán de jefe de pista, mientras por la megafonía suena música circense y estallan más rayos y truenos: "En la pista número uno pueden ver el tanatorio más grande del mundo, el Pabellón Reyno de Navarra Arena, donde yacen 65 millones de euros del erario público. No se pierdan la pista número dos, con el Circuito de Los Arcos, en el que han dilapidado 90 millones, y por el que tan solo circula el fantasma de la autoestopista de la curva. Dicen que atiende al nombre de Yolanda. En la pista número tres, tenemos la parada de los monstruos, un sinfín de proyectos horripilantes: el museo de los Sanfermines, la ciudad de la Seguridad, Guendulain... Por último, en la pista número cuatro, pueden ver algo realmente paranormal: la tumba política de UPN. El agujero insondable de las arcas forales. Dicen que está lleno de trampas: gastos del ejercicio anterior, bloqueo de cuentas... Y que no tiene fondo. Miren". Tira una piedra. Pasan los segundos, pero no se oye que golpee contra el fondo. Prosigue con gesto diabólico: "Ojo, el dinero de la educación de sus hijos, de sus hospitales, de la atención a sus dependientes está ahí abajo, en ese fondo inexistente". Suelta una carcajada más sonora y siniestra que la anterior. Arrecia el temporal: rayos, truenos, lluvia, desolación.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
