"Al final, Elkarri sólo logró una cosa. Ni más ni menos que eso. Una influencia social y política fundamentalmente positiva para la paz y para nuestra sociedad". Son palabras de Jonan Fernández, quien fuera portavoz y -junto a Víctor Aierdi en Navarra-, imagen de aquel movimiento social, extraídas del artículo que publicó el pasado jueves en DIARIO DE NOTICIAS para conmemorar el 20ª aniversario de su fundación. Elkarri nació en 1992 ante la evidente necesidad de impulsar la novedosa y, en aquel momento, revolucionaria idea del diálogo y el acuerdo entre todos como única manera de lograr una solución al conflicto vasco y el fin de las violencias. Pocos creyeron entonces en aquel mensaje y su apuesta por la mediación pausada y discreta y varios intentaron utilizarlo de forma partidista. Para unos, Elkarri no era sino "la cara amable de ETA", mientras que para otros representaba un aspecto más o menos encubierto del tan denostado "liquidacionismo" en el seno de la izquierda abertzale histórica más ortodoxa y conservadora. Pero el cuerpo central de la sociedad de este país, incluso sectores importantes de esos extremos, fueron asimilando, entendiendo y asumiendo que diálogo, acuerdo y consulta popular eran los pilares sobre los que podía sustentarse la paz. Puede decirse que, en efecto, Elkarri, avalada por importantes personalidades internacionales, logró cumplir el objetivo primero y primordial de su propia existencia: desde una posición prepolítica y prepartidista, radicalmente ética y asentada en el pluralismo real de esta sociedad, la de defensa de todos los derechos humanos, la no violencia y los valores democráticos. Elkarri -a quien le sucedió la red ciudadana Lokarri-, fue una referencia incómoda para quienes utilizaron las violencias más inhumanas como instrumentos para intentar conseguir diferentes fines, pero también para quienes usaron el sufrimiento generado por esas violencias con la lastimosa intencionalidad de obtener réditos personales, partidistas o electorales. Incómoda como también lo ha sido la labor honesta de Gesto por la Paz. El trabajo desinteresado de miles de ciudadanos avalan a Elkarri como un referente ético en la sociedad de este país -defendió y reivindicó la extensión de la humanidad frente a la entonces imperante extensión del sufrimiento-, y amparan la reivindicación de esa influencia social clave a que se refiere Jonan Fernández, ahora director del Centro por la Paz Baketik, ubicado en el santuario franciscano de Arantzazu.
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