Sostiene Fermín Ezkieta en su libro Los fugados del Fuerte Ezkaba, que los presos que consiguieron escapar en 1938 no fueron tres, sino cuatro. Que además de Jovino Fernández, Valentín Lorenzo y José Marinero, que cruzaron la frontera tras una huida de película, otro más de los fugados logró llegar a Francia. La fuga más numerosa de la historia -con el resultado final de 586 capturados y 220 muertos- celebra este domingo su 75 aniversario con el nuevo y esperanzador dato de que hubiera uno más para contarlo.
La historia es terrible, el balance absolutamente doloroso y su realidad vergonzante. De acuerdo. Pero tiene una virtud: a día de hoy, la reconstrucción histórica de la fuga puede presumir con razón de ser un verdadero patrimonio popular, una investigación elaborada gracias a cientos de aportaciones que continuamente la enriquecen y que la diferencian de lo académico, otorgándole a la vez rigor y verdad. Como las matrioskas que, descubriéndolas, encierran otras muñecas, en la reconstrucción de la fuga unas historias han tirado de otras: de las versiones tergiversadas del franquismo, de los artículos y testimonios sueltos, al relato colectivo de Altafaylla Kultur Taldea en 1986, dirigido por especialistas como Jimeno Jurío, Majuelo, Esparza o Pascual. Ellos fueron la base del trabajo de Félix Sierra (La fuga de San Cristóbal, 1990), y nuevos testimonios y documentos vieron la luz con el documental Ezkaba (2005), del realizador Iñaki Alforja, y del libro de ambos La gran fuga de las cárceles franquistas. Uno de los presos sobrevivientes, Ernesto Carratalá, escribió sus Memorias de un piojo republicano en 2007 y, en ese año, a partir de la documentación de Jimeno Jurío, se encontró el camposanto del penal en la ladera del monte. El esfuerzo de asociaciones y familiares permitió iniciar las exhumaciones en colaboración con los forenses de Aranzadi y, con todo ello, vio la luz otro documental, El Cementerio de las botellas, también de Alforja. En 2008, varios colectivos (Sartaguda, Ahaztuak, Memoriaren Bideak, Txinparta, La Hormiga, Eguzki Bideoak, entre otros) reunieron su trabajo en el Autobús de la Memoria y publicaron también sus Derribos contra la memoria (2011). Tantos y tantas, partícipes de un puzzle colectivo que año a año va desvelando lo que realmente sucedió en aquel penal de exterminio. Los que menciono y los que me faltan, como la Editorial Pamiela, hilo conductor y casa común de la mayoría de las investigaciones, incluida ésta que se presenta mañana, con la hipótesis del cuarto fugado como pieza central, pero no única. Los fugados de Ezkieta encierra un minucioso trabajo de campo y de archivo en busca de la verdad de la fuga y de la identidad de aquel joven preso, probablemente de Azagra y seguramente hijo de un afiliado a la UGT, que no figuraba en la listas del penal y al que, en aquel oscuro 1938, nadie echó en falta.