conocer la historia real y la aportación en ella de las mujeres es un objetivo de las políticas de igualdad. Rescatarla para comprender cómo a lo largo de los siglos ha sido fundamental para la existencia de la humanidad y la configuración de las diferentes sociedades. Y esta aportación se ha hecho desde dentro y fuera del hogar. Una de ellas es la del poder de las mujeres para parar las guerras.
El 28 de abril de 1915, 1.136 mujeres de 12 países enfrentados por la guerra se reunieron en La Haya con el objetivo de detener la guerra que había comenzado y que se estaba cobrando la vida de miles de personas. Trataban de encontrar un mecanismo de mediación que pudiera poner fin a la guerra en el acto. Los cuatro días de conferencia terminaron con el envío de representantes a los jefes de Estado (eran solo hombres) de catorce países y se propuso la creación urgente de una Comisión de Paz por parte de los países neutrales. Surge así la Women League for Peace and Freedom (La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad). (Una de sus fundadoras fue Jane Addams, socióloga y reformadora social estadounidense, que en 1931, se convertía en la primera mujer americana en ganar el Premio Nobel de la Paz). En este 99º aniversario de la creación de esta organización, sus objetivos siguen vigentes y se centran en abordar las causas de la guerra, desafiando el militarismo, invirtiendo en la paz y promoviendo el multilateralismo.
Denuncian que el gasto militar global creció y sigue creciendo rápidamente, de modo que en 2011 ascendía a 1,7 trillones de dólares ó 249 por cada mujer, hombre y niño en la tierra. Mientras, se estima que 1.290 millones de personas estaban están viviendo en la pobreza absoluta. Insisten que la guerra, la violencia y el militarismo impactan de forma diferente a las mujeres que a los hombres y aumentan los retos a los que las mujeres se enfrentan como consecuencia de la ruptura de la legalidad y la dominación de las estructuras de poder en las sociedades.
Hacen un llamamiento a favor de la desmilitarización mundial basada en el respeto de los derechos humanos y la reasignación de los gastos militares a las necesidades sociales y de medio ambiente. Todas ellas han hecho posible que en el año 1982 se instaurara el 24 de mayo Día Internacional de las Mujeres por la Paz y la Dignidad, con el objetivo de visualizar y dar a conocer las diversas aportaciones hechas por mujeres desde concepciones filosóficas diferentes. Este bagaje y análisis de la realidad desde la perspectiva de género de la resolución de guerras y conflictos posibilitó en 1990 que las Naciones Unidas, por medio de la resolución 1325, "pida que se promueva la contribución de las mujeres al logro de una cultura de paz y la inclusión de las mismas en todos los procesos". El Consejo de Seguridad reconoce no solo que la paz está intrínsecamente unida a la igualdad ente hombres y mujeres, sino que el acceso pleno y la participación total de las mujeres en las estructuras de poder y su completa implicación en los esfuerzos para la prevención y la resolución de conflictos son esenciales para el mantenimiento y la promoción de la paz y la seguridad en el mundo. Por eso, acercándonos a nuestras tierras, es importante recuperar el papel de las mujeres en nuestra sociedad, también en la construcción de nuestro pasado reciente y de nuestro futuro, para no hacer, una vez más, relatos inacabados e incompletos. Recordar el trabajo realizado entre otras por Ahotsak, mujeres para impulsar la paz en Euskadi (ver el magnífico documental Mariposas en El Hierro, que recoge los testimonios de 15 mujeres de distintas ideologías, origen y extracción social, víctimas de distintas formas de violencia).
Para todas nosotras, la paz es dignidad y exige discutir y transformar el modelo económico. Por ello, todo lo que atente contra la vida y la dignidad se traduce en otra forma de violencia. Es la apuesta por una vida libre de toda violencia que se une a la expectativa de paz duradera que tiene nuestra sociedad.
Miremos la aportación de las mujeres, visibilicemos el protagonismo que han tenido y tienen siempre en guerras, resolución de conflictos, luchas civiles, movimientos revolucionarios y democráticos con el objetivo de que la política no se enrede en una madeja de desencuentros que haga imposible lograr el suelo común.
Razones suficientes para sumarnos hombres y mujeres a actuar y exigir educación para la paz para eliminar los factores que causan y legitiman la guerra en cualquier lugar del mundo. Para imaginar la paz y fortalecer los mecanismos de cooperación, mediación y negociación para resolver los conflictos y para acudir el día 30 de mayo al primer seminario de Emagune sobre mujeres y paz en el paraninfo de la UPV. Algunas navarras allí estaremos.
La autora es técnica de igualdad y miembro del colectivo Andrea y Lunes Lilas