el Programa de Aprendizaje en Inglés (PAI), por el cual 9.000 alumnos navarros tienen que recibir en lengua inglesa los contenidos de Infantil y Primaria hasta un 40 % del horario, va a tener una moratoria (del latín morari, detenerse, hacer una pausa), para ver si es un camino equivocado, como tantos expertos y docentes hemos alertado (ver artículo anterior) y como aconseja el sentido común.
La defensa que la presidenta Barkos hizo de esta medida (acordada por GB, EH Bildu, Podemos e IE) en el debate de investidura nos pareció valiente y prudente a la vez. Valiente porque se atrevió a señalar, como en el célebre cuento de H. C. Andersen, que ese traje que parece que todos alaban aunque nadie vea, en realidad puede no existir, y resulte que el rey vaya desnudo. Prudente porque se va a estudiar y evaluar a fondo, antes de decidir una posible rectificación.
El Régimen que acaba de perder el poder político está haciendo de éste el principal tema de oposición a un gobierno recién elegido por mayoría absoluta en el Parlamento, sin darle un margen ni de 100 minutos. Hablan de asunto “vital”, “irrenunciable”, y por el empeño que ponen debe serlo para ellos, aunque los demás hayamos tardado tanto en descubrirles. Resulta sospechoso ver a partidos como el PP haciendo de abogados del alumnado de la red pública y rural, de las personas con menos recursos, mostrando preocupación de que lleguen a la excelencia, de que tengan igualdad de oportunidades y enseñanza de calidad.
A la espera del fallo de la Justicia, que analiza varios recursos, y dada la extensión del PAI que ha llevado a cabo UPN, quizá no era políticamente prudente copiar aquí lo que el PSOE ha hecho en otras autonomías, que directamente lo ha derogado nada más relevar al PP en el gobierno. A primera vista parece paradójico que en Navarra sea el mismo PSOE uno de los más críticos con la moratoria, y nos preguntamos por qué esta connivencia con la derecha, inasumible por socialistas en otras comunidades. En los siete años que dicho partido gobernó en Navarra, sacó adelante una Ley del Vascuence que por una parte establecía zonas lingüísticas y por otra fijaba los modelos lingüísticos con euskera (A, B y D), reciclando a muchos profesores, que culminaron así una formación que la mayoría había desarrollado por su cuenta durante años. Sin embargo, una vez puesto en marcha el vehículo, se desentendió de él, pues nunca se implicó en la extensión del modelo D, para que llegara a todas las capas de población, incluidas minorías étnicas, y nunca desarrolló el modelo A como hubiera sido necesario, con un currículum, unos materiales, unos refuerzos. Por eso resulta curioso leer en la prensa a un exdirector general socialista defender el PAI comparándolo con la implantación del euskera en los 70 y 80, como si el grado de implicación de los docentes y de la sociedad entera fuera el mismo con una lengua propia que con una extranjera.
A finales de los 80 y en los primeros 90 del siglo pasado, se dio un constante crecimiento de dichos modelos allí donde era posible, llegando a tener más alumnado que el monolingüe en castellano (G). A ello ayudaba que desde el mismo gobierno se promovía esta elección, con campañas de matriculación específicas, sobre todo en el mandato de Alli (UPN-PP), de 1991 a 1995, con lemas como: “Elige euskera, elige futuro, matricúlales en euskera, porque favorece el aprendizaje de otros idiomas”.
Algunos le hicimos caso y creemos que ha sido un gran acierto, pues nuestros hijos han llegado a la universidad dominando el castellano y el euskera (con el título superior C1), y con un muy buen nivel de inglés (B1 a los 16 años y B2 ya en la universidad), a pesar de haber tenido sólo la asignatura de inglés. Objetivamente tienen una empleabilidad más fácil que otros de su generación.
En 1997, un año después de que el PSOE entregara la presidencia a Sanz (UPN-PP), negándose a continuar con el Tripartito que había formado con CDN y EA (Alli cuenta en sus memorias que lo hizo a cambio de que el PP se olvidara de la corrupción socialista), el Régimen decidió dar un golpe de timón en esta política, promoviendo los programas British-TIL-PAI, para que se redujera la demanda de los modelos con euskera, como Barcina reconoció en televisión. Se inspiraron en el éxito de la inmersión en euskera (mínimo del 80 % del horario), pero dado que esto es Navarra y no Inglaterra, no han podido implantarla del mismo modo en inglés, teniendo que conformarse con un 40% del horario, que imposibilita que sea inmersión y resulta contraproducente para las asignaturas afectadas e incluso para el propio idioma, cuya utilidad en la vida real no va ligada a los contenidos de las áreas sino a la comunicación en las relaciones interpersonales. Hasta la formación de los futuros maestros ha sido afectada, y así la UPNA es la que menos horas dedica a la formación psicopedagógica, a la de disciplinas básicas (lengua española, matemáticas, etc) y a la didáctica de las mismas; y la que más créditos de lengua extranjera obligatorios tiene de todas las universidades españolas (el triple que en Barcelona y un 50 % más que en Zaragoza).
Los catedráticos Jasone Cenoz y Druk Gorter acaban de señalar que estos programas son novedosos en Europa y tachan de “error generalizar y extender la utilización vehicular del inglés antes de evaluar”. El lingüista madrileño Juan Carlos Moreno Cabrera ha destapado en su reciente libro “Errores y horrores del españolismo lingüístico”, las bases ideológicas de esta regresión en las políticas aplicadas en las comunidades bilingües gobernadas por el PP y UPN (Galicia, Valencia, Baleares y Navarra), así como el colonialismo lingüístico del inglés extendido en numerosas autonomías. La fundación FAES del PP ha promovido estas políticas y ha contado con el apoyo de intelectuales como el navarro Aurelio Arteta.
En el momento actual el PAI está iniciado en 90 colegios navarros, y a pesar de las resistencias del profesorado, que en algunos casos han sido públicas (Ablitas, Cascante, Puente, Huarte), se ha ido imponiendo sin consenso alguno, y sin planificación ni medios materiales ni humanos adecuados, ni evaluación. Lo mismo ha ocurrido en numerosas comunidades gobernadas por el PP, y son muchas las voces que se han alzado en contra en España. Aquí dimitió en pleno el equipo que lo creó.
La tarea que se le presenta al nuevo gobierno en este tema es titánica, pues se trata de hacer consciente a la población de la ausencia de ese traje del emperador, con un buen análisis y evaluación del PAI, dando participación a expertos, docentes, resto de la comunidad educativa, sindicatos y otros agentes sociales involucrados. A la par debe poner las bases de un auténtico Tratamiento Integrado de las Lenguas.
Sería muy deseable que el PSN se desvinculara de la élite extractiva que ha controlado Navarra, y que como señala Feliu en su ya célebre tesis, carece de referencia alguna a un sentimiento vasquista. También convendría que analizara si sus votantes y el resto de electores se merecen un sistema educativo tan descohesionado como el que tenemos, o más bien debe inspirarse en las comunidades donde el PSOE ha asumido su realidad bilingüe, como Cataluña o Baleares, donde siempre ha defendido el modelo de inmersión en catalán, además del aprendizaje del castellano y las lenguas extranjeras. Allí ha sido coherente y ha recurrido ante el Constitucional este tipo de programas PAI, por vulnerar el artículo 27 de la CE, y los principios de libertad, participación de docentes y familias y de autonomía de cada centro, así como las leyes orgánicas que desarrollan estos principios (LODE, LOE), y el Estatuto de Baleares, por alterar el modelo de bilingüismo integral. Quizá en el espejo de ese partido socialista que vuelve a gobernar allí, encontraría el PSN el camino para volver a tener la relevancia que tuvo al comienzo de la Transición. Su líder en Navarra hizo bien en firmar como senadora el recurso balear, esperemos que sea consecuente y colabore con el gobierno en un nuevo pacto social por la educación, Navarra ganará.
Firman este artículo: Javier Arrizabalaga, Julia Hernández, Juan Pedro Urabayen, Virginia Urdaniz y Tita Zudaire