el joven estellés Ekhiotz Arbe Azkona es sin duda el héroe de la jornada. No ha firmado ninguna gesta deportiva, ni logrado un premio por sus aptitudes artistísicas o culturales. Pero a sus 20 años ha demostrado el temple y el sosiego necesarios para convertir en una aventura rocambolesca con final feliz lo que podría haber sido una tragedia a la luz de la luna en medio de una inhóspita y helada pista de Urbasa. Su periplo comenzó con una mala decisión -no alimentarse adecuadamente al salir a andar en bicicleta- siguió con un lúcido comportamiento en la oscuridad de la sierra -encender fuego, quedarse en un punto protegido y esperar el rescate- y estuvo presidido por el sosiego y la responsabilidad de sus actos y el recuerdo emocionado hacia sus aitas. Esos que, como el resto, se han desvelado durante años por él y vivieron unas horas de alarma y desasosiego. Durante toda la peripecia, en la que seguro que la angustia le acongojó en no pocos momentos, no perdió el amparo de Esperanza, su madre. Ni ésta tampoco. Premonitorio. Las horas se les hicieron inmensas, pero la solidaridad vecinal, que raudamente les ayudaron, tamizaron los sinsabores de una tarde oscura y aciaga. Bienvenido a la luz, Ekhiotz.