la ciencia es un torbellino que arrasa a velocidad de vértigo certezas hasta hace poco incontrovertidas. Uno de los mitos -si no el principal- del género humano, la mortalidad, está a punto de caer hecho añicos. Para ser más exactos en unas tres décadas. Esta es la fecha que José Luis Cordeiro (investigador de la Singularity University, impulsada por Google y la NASA) ha puesto para poder ver la muerte de la muerte. Técnicamente no lo llama inmortalidad porque, por ejemplo, un disparo en un órgano vital nos mataría, pero podremos ser capaces de “curar el envejecimiento”. Otros biólogos ya diseñan y ejecutan investigaciones genéticas preliminares que apuntan a que el ser humano podría vivir al menos 150 años en un futuro cada vez menos lejano. Las próximas décadas traerán más avances que todos los anteriores milenios. Avances que producen una mezcla de esperanza y temor. Porque envejecer es algo consustancial a las personas y debe ser aceptado con naturalidad que la muerte no es sino la última etapa de la vida. Otra cosa es conseguir mejoras en salud que amplíen la calidad de vida. Pero vende más el concepto inmortalidad, infalible mantra para recibir financiación de magnates ávidos de poder e instituciones y empresas con milmillonarias cuentas corrientes.