El pasado día 10, en Baluarte, Navarra vivió la resurrección de uno de sus más ilustres músicos: Buenaventura Íñiguez. Este insigne sangüesino nació (1840) en una época en que Navarra ofreció a la música española una generación esplendorosa de músicos que jamás se ha conocido y casi imposible de repetir: Eslava, Arrieta, Gaztambide, Guelbenzu, Zabalza, Esain, Gayarre, Sarasate, Gorriti, el mismo Íñiguez, etcétera; ninguna otra región lo ha conseguido en tan corto espacio de tiempo, segunda mitad del siglo XIX.
Después de escuchar su Misa a 8 voces y grande orquesta, quedé sorprendido que tal obra haya quedado en el olvido en su tierra, tras su estreno en la Catedral de Sevilla hace 153 años. Una obra escrita a los 26 años, dos después de la finalización de sus estudios musicales en el conservatorio madrileño con Hilarión Eslava (le consideró su discípulo predilecto). Las acertadas lecciones que recibió de Evaristo Vallejos, en Sangüesa; de Damián Sanz, en Pamplona; Ildefonso Jimeno y el mismo Eslava, en Madrid, quedaron refrendadas después de oír el concierto. El público asistente, con sus copiosos aplausos, así lo entendió.
Muchos nos hemos quedado con la ilusión de poder escuchar algún día más obras suyas: Misa a 4 voces con orquesta y órgano, Te Deun a cuatro voces, Te Deum a 4 voces con orquesta y órgano (obra premiada en un concurso del Monasterio del Escorial), Salve a tres y seis voces con orquesta (dedicada a Eslava); hasta más de setenta obras para piano, órgano y orquesta y coro. Sin contar con las cuantiosas composiciones-plegarias dedicadas al monasterio sevillano de Santa Inés -joyas de oración y música-.
No debemos olvidar, y menos nuestras instituciones musicales, el Himno a Navarra que compuso dedicado al Ayuntamiento de Pamplona e interpretado por la orquesta Santa Cecilia el 1-III-1883 (existe copia para banda); las abundantes obras para órgano (aviso a nuestros organistas) que Raúl del Toro, Carlos Navascués y el fallecido Enrique Ayarra han tenido a bien interpretarlas. Recuerdo cómo el verano pasado, en el concierto celebrado con motivo de la inauguración del órgano de la catedral de Jaca después de su restauración, escuché obras de Gorriti e Íñiguez y me pregunté ¿cómo es posible que fuera de Navarra se acuerden más de Íñiguez que en su propia tierra? Desgraciadamente no es el único caso, pero ahora corresponde reivindicar a este ilustre sangüesino.
No todo en la música navarra es Gayarre y Sarasate, la generación de músicos navarros de esa época dieron prestigio a su patria chica, no sé si más, pero sí tanto; el chovinismo que poseemos de estos dos prestigiosos artistas ha oscurecido al resto, siendo Íñiguez una de sus víctimas.
Los navarros debemos darnos cuenta que esta tierra bendita la encumbran sus hombres, que con su esfuerzo y voluntad pregonan dónde vieron las primeras luces de su vida y dónde se forjaron, y no en reyes y personajes políticos que poco pueden ofrecernos; Buenaventura Íñiguez es un ejemplo de ello, confiemos que todos, incluidas las instituciones oficiales, sepan honrar a él y a los demás, el concierto del pasado día 10 debe ser el punto de salida.
Federación de Coros de Navarra, Carlos Gorricho y Aurelio Sagaseta, si Buenaventura no puede demostrar el agradecimiento por la iniciativa del concierto, yo, como su biógrafo y en nombre de sus descendientes, enhorabuena.