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Votos o vetos: una verdad incómoda

Durante los últimos días hemos asistido a un episodio decididamente rocambolesco o esperpéntico en nuestra vida política que, ciertamente, cuenta con bastantes de ellos, desde el caballo de Pavía hasta el estrafalario intento de golpe de Estado, (de los auténticos), de Tejero. El hecho de que el ganador de las elecciones de abril, aún lejos de la mayoría necesaria, tras una investidura fallida en julio, se haya sentado en los laureles esperando que los otros partidos se echaran a un lado, vía abstención, o le regalaran su apoyo, sin ofrecer nada sustancial a cambio, es algo inédito en nuestros avatares de gobernación.

Cuando todos pensábamos que llegaría a un acuerdo con su partido más afín, o sea UP, a pesar, quizás, de su querencia por un pacto con Ciudadanos, descubrimos que le desdeña, incurriendo en conductas hasta humillantes con el líder del mismo. Los llamados “podemitas” se obstinan, por su parte, en formar una coalición, pero parece razonable que se conformarían en gesto posibilista con introducir una parte relevante, más o menos dulcificada de su programa, en la plataforma de gobierno con el PSOE. En un momento determinado en julio los socialistas parecían dispuestos, como sabemos, a conceder una vicepresidencia y varios ministerios, no de los más importantes a UP, que rechaza el acuerdo por razones de su incumbencia.

Cuando todos creíamos que las negociaciones para este segundo y definitivo intento de investidura, partirían de esta oferta aceptada por el PSOE de coalición, pero rechazada por insuficiente por UP, el Sr. Sánchez, vuelve al casillero de salida, diciendo que de coalición nada en absoluto, con lo cual el enroque de posiciones para este segundo intento de investidura provoca el encallamiento definitivo del posible pacto, que se nos antoja que era el único posible en las actuales circunstancias.

Estos son básicamente los hechos de esta comedia de enredo en que ambos partidos han demostrado importarles un bledo el objetivo fundamental de lograr un gobierno que dé respuesta a los acuciantes problemas que tiene el país. De los políticos de la derecha poco se puede esperar más allá de mirarse al ombligo y carecer del mínimo sentido de Estado, según acaba de reconocer un destacado líder del PP. Se trata de “políticos adolescentes”, que están encantados de ser los primeros de la clase, a pesar de no pisarla mucho alguno de ellos.

Llegados a este punto es oportuno tratar de hallar las causas ocultas, pero reales, de esta actitud de Pedro Sánchez: en primer lugar no es de recibo que como primera medida negociadora ponga un veto al líder del otro partido, UP ¿Quién es él para descalificar de inicio a su posible compañero de coalición? Esos no son modales ni maneras de entablar una negociación entre dos formaciones afines, en teoría, de izquierdas. y no presagiaban nada bueno. Sin embargo, el Sr. Iglesias se tragó el desprecio en un rasgo de pragmatismo.

El segundo acontecimiento anómalo es la actitud del PSOE de, como decíamos antes, volver al casillero de salida, anulando su anterior acuerdo de julio de coalición. Esta conducta pasa de la raya, pues cualquiera que haya participado en una negociación sabe que los “tantos”obtenidos en un momento dado, se cuentan como ganados en la pugna y solamente un negociador ventajista o singularmente arrogante o despótico, osaría hacer borrón y cuenta nueva, como si nada hubiera ocurrido hasta entonces.

Estos dos hechos comentados tienen, a mi juicio, la clave de este no acuerdo profundamente lesivo para el presente y porvenir de España: El descalificar como posible integrante del Gobierno a Pablo Iglesias, su aliado necesario para un Gabinete de izquierdas y la negativa cerrada, tras la aparente aceptación de la coalición, tienen probablemente una explicación: Pedro Sanchez está escribiendo al dictado de poderosos intereses, básicamente económicos, no solo españoles, sino también europeos, atrincherados en mullidas poltronas de las grandes empresas, con sus ejércitos de “lobbistas”. En este sentido se han incluso pronunciado recientemente en la prensa, destacados dirigentes empresariales. La normalidad de estas prácticas de interferencias por parte de las grandes empresas en la política, ha sido recientemente destacada por politólogos tan destacados como Moisés Naim.

Así pues parece claro que los representantes económicos del Status quo no pueden tolerar al Sr Iglesias, más allá de como modesto profesor en un centro público de enseñanza. El “señor de la coleta” les produce un rechazo radical, auténticos escalofríos, con sus ideas de redistribución de la riqueza, vía incrementos impositivos, recorte de privilegios, eliminación de “puertas giratorias” y otras corruptelas y control y regulación de lobbies. ¡Anatema est!, que diría el Gran Inquisidor.

El otro ejemplo de repudio de promesas, empezando de nuevo de cero y rechazando la coalición, es igualmente sospechoso de sometimiento a los poderes fácticos. Cuando estos “amos del cotarro” económico oyeron lo de la posible coalición, se rasgaron las vestiduras y tiraron en seguida de las orejas del líder del PSOE, con amenazas, más bien poco veladas, de tomar medidas como recortar inversiones, con el consiguiente aumento del paro y otras catástrofes anunciadas como echar leña al fuego de la ralentización económica, que ya se atisba. Ante estos avisos ¿qué iba hacer el Sr Sánchez, sino dar marcha atrás, mohíno?

Es una pena que Pedro Sánchez, que en un momento anterior se rebeló contra estos poderes, resucitando después casi milagrosamente y siendo apoyado por su actitud insumisa por los militantes primero y los votantes después, haya caído de nuevo en la acomodación con tales poderes fácticos. Olvida el Sr Sánchez que los partidos socialdemócratas han sufrido enormes reveses en Europa amenazando con su extinción, como en Francia, por su actitud complaciente o tibia, al menos, con el sistema liberal capitalista, que tanta injusticia y desigualdad está ocasionando, especialmente en España.

Si el líder socialista era en cierto modo, junto con Portugal la excepción, lo era por su actitud de independencia y contención ante tales estamentos no democráticos. Lo malo de todo esto es que deja a España por su irresponsabilidad sin Gobierno de fuste durante un largo período y justo cuando el país tiene que afrontar tremendos desafíos, como una posible contracción económica seria e incremento del paro, la sentencia del procés, el Brexit, el cambio climático, la emigración acelerada, además del riesgo de un posible triunfo de la derecha en las elecciones de noviembre y otros que demandan un Gobierno fuerte y bien asentado ¡Qué Dios nos pille confesados!

Esta es casi seguro la auténtica causa de este episodio de desamor y “portazo” al posible Gobierno de coalición querido por la mayoría de los españoles. Los vetos de los que detentan los medios de producción y mueven los hilos de la economía son mucho más valiosos que los votos de una mayoría de españoles. Es triste decirlo, pero es así.Va de vetos, no de votos?.