La sociedad actual es cambiante, diversa y compleja. La velocidad de los avances históricos, científicos y tecnológicos nos anima a mantener un proceso de formación continuo puesto que los conocimientos enseguida se quedan desfasados. Constantemente observamos el interés de redefinición de los sistemas pedagógicos, aplicando técnicas que estimulan la creatividad como brainstorming, enfoques de trabajo por proyectos o Design thinking. La demanda de pensamiento creativo parece haber tomado su lugar. La sociedad, más que nunca, necesita pensar. Potenciar la creatividad deviene en un mayor flujo de ideas, semilla que, desarrollada, se plasmará en los avances antes referidos.

De forma innata, el ser humano posee cierta dosis de creatividad que, posteriormente, la adquisición de conocimiento, las condiciones del entorno, la educación y un largo etcétera van modulando. La creatividad es un proceso mental complejo cuyo resultado, desconocido, es una idea o un producto nuevo y valioso.

El producto creativo es el resultado del proceso creativo, y su característica más importante es la originalidad (condición fundamental pero no suficiente). Además, ha de ser adecuado y útil para el fin que persigue.

El proceso que lo genera identifica, resuelve problemas y valora cómo enfrentarse a ellos. Una idea no se gesta desde la nada, desde el papel en blanco, siquiera desde un momento de lucidez. Exige formación, aptitud y actitud. Que alguien asuma que sus ideas son buenas por el mero hecho de generarlas es una visión reduccionista que denota justamente la carencia de las herramientas y conocimiento necesario? ensoñaciones.

La idea es mucho más que la chispa de ignición. Es el origen del producto que podrá ser ejecutado, utilizado y disfrutado por el usuario. A pesar de ello, paradójicamente, en la actualidad se produce la subvaloración de estas; si bien son el motor de todos los avances que nos permiten una vida más fácil, culta, placentera y longeva. Las ensoñaciones que cualquiera podemos tener no alcanzan el rango de idea. Son intangibles y carecen de valor hasta su desarrollo y formalización en producto. En su estado puro carecen de valor si no se transforman en producto. Ahora bien, ese producto generado, novedoso, resolutorio y eficiente tiene más valor que una mera adaptación o continuación de lo que ya se venía haciendo.

Recientemente el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro (COAVN) ha decidido no participar como jurado en el Concurso de Ideas con intervención de jurado para transformar el paseo de Sarasate, promovido por el Ayuntamiento de Pamplona, por considerarlo abusivo. El contenido de las bases demuestra el desprecio recurrente al valor de las ideas. No solo eso. En una segunda fase solicita un producto terminado como es un Proyecto Básico, cuyo contenido está perfectamente descrito en el Código Técnico de la Edificación, por el que pretende abonar una exigua cantidad y apropiarse de los derechos patrimoniales que el mismo pudiera generar.

La desvergüenza de indicar expresamente que los derechos morales los conservará el autor es, cuando menos, lamentable. La definición de los mismos existe y no es necesario el recordatorio sino su aplicación, aspecto que los servicios jurídicos parecieran desconocer u olvidar.

El artículo 6 bis del Convenio de Berna define: Derechos morales: 1. Derecho de reivindicar la paternidad de la obra; derecho de oponerse a algunas modificaciones de la obra y a otros atentados a la misma. En la legislación española queda perfectamente recogido en el artículo 14 de la Ley de Propiedad Intelectual, derecho que es irrenunciable e inalienable.

¡No es necesario que se inventen nada! La Ley Foral de Contratos del Sector Público define cuáles son las características y el procedimiento que debe regir los concursos y, concretamente el artículo 79, Concurso de Proyectos (anteriormente llamado Concurso de Ideas) dice: “Los participantes seleccionados para presentar propuesta en los concursos de proyecto que se lleven a cabo por procedimiento restringido tendrán derecho a percibir la compensación económica que fijen las normas reguladoras, calculada en proporción a los gastos necesarios para presentar su propuesta”.

Igualmente en su artículo 42 pormenoriza cuál debe ser el valor estimado de los contratos. Quiero pensar que su desconocimiento les lleva a la formulación de tan surrealista pliego ya que me cuesta creer que la Administración se ampare en justificaciones torticeras, interpretación y búsqueda de resquicios de la ley de obligado cumplimiento. Desde el COAVN siempre nos mostramos dispuestos a trabajar en los pliegos, pero incluirnos en el jurado sin consulta previa evidencia la desidia en su tramitación.

Escudarse en que habría que retornar al “punto cero” del planteamiento del concurso desprende un desprecio supino por el valor de las ideas, el producto y el trabajo necesario para conseguir un proyecto del más alto nivel, como la calidad del espacio en cuestión merece. No podemos olvidar que la Administración es consciente de que con su valoración económica, o el trabajo será deficiente por no haberle podido dedicar los recursos necesarios, o bien, de modo sibilino y como quien no quiere ver, induce a trabajar en unas condiciones económicas muy por debajo de cualquier convenio salarial. Regalar las ideas nos lleva a una banalización de su importancia cuando debiera ser al contrario. No valorarlas en su justa medida resulta arrogante e ignorante.

El paseo de Sarasate se merece una mejor atención ya que, al igual que las ideas solicitadas, es único. Nuestros gobernantes debieran procurarnos, con el dinero de todos, la mejor actuación posible. Tenemos muy reciente el derroche de tiempo y dinero por no diagnosticar y realizar la amabilización con consenso. La ciudad y los ciudadanos, a quienes nuestros dirigentes y los arquitectos debemos servir, no se lo merecen. De nada sirve lamentarse dentro de poco por no haber tenido el valor de hacer las cosas bien.

El autor es arquitecto y escribe en representación de la Junta Directiva de la Delegación Navarra del COAVN (Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro)