en la fábula satírica de George Orwell, un grupo de animales expulsa a los propietarios de la hacienda y configura un sistema de autogobierno que deriva en una tiranía mayor aún que la de los humanos. Tres cuartos de siglo después de la publicación de esa referencia literaria, la rebelión en la granja de nuestros días la protagonizan los hombres y las mujeres del campo que difícilmente pueden seguir viviendo de él ante la dictadura de un mercado complejo en cuya cadena confluyen también los fortísimos intereses de la logística, de la industria transformadora y sobremanera de la distribución. Menos de 2.500 profesionales a título principal subsisten a duras penas en el agro navarro cuando hace tres lustros eran prácticamente el doble, una cifra esquilmada en la misma proporción que han ido menguado los márgenes para los productores. Mientras paradójicamente se multiplicaba de forma geométrica la diferencia entre el precio satisfecho en origen y el pagado por el consumidor, con productos cuyo importe en la mesa se ha disparado por encima del 400%, caso por ejemplo de la acelga, el ajo, la alcachofa, el brócoli, la cebolla, la lechuga o la patata. Un escenario dantesco agravado por partida doble: primero por la inoperancia de la PAC, pues no sirve para compensar la pérdida de rentas y además subvenciona también a quien ya no trabaja en el sector; y segundo por una coyuntura criminal ante el proteccionismo estadounidense y ruso, con la incertidumbre añadida del brexit. Argumentada la desesperación de nuestros agricultores y ganaderos, y por tanto la necesidad de procurar unos precios justos, su drama es la tragedia de la ciudadanía corriente. Para empezar porque somos lo que ellos producen y cuanto menos produzcan más alimentos procesados habremos de ingerir, con la subsiguiente repercusión para la salud y el bolsillo, además de para el medio ambiente si no se potencia el comercio de kilómetro cero. Y también porque sin explotaciones agrícolas y ganaderas qué será de nuestros pueblos y a ver quién preserva entonces el espacio natural -con su rica biodiversidad- y el patrimonio cultural rural.