e leído o escuchado varias veces estos días a filósofos, economistas, sociólogos, políticos y también a muchas personas anónimas que expresan sus sentimientos y pensamientos en las Cartas al Director de los periódicos o en mensajes en las redes sociales que está crisis sanitaria y sus consecuencias sacarán a la luz lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Supongo que algo de eso hay ahora en estas semanas de confinamiento y habrá después, cuando esto se acabe y lleguemos a un nuevo destino. De momento, en lo que afecta más directamente a mi profesión, la de periodista y juntaletras, los políticos y quienes les bailan el agua están sacando mayoritariamente si no lo peor, sí al menos lo menos bueno. Buscando el titular fácil, la crítica fugaz sin argumentos ni pruebas, la mentira y la información tóxica para atacar al adversario y demás chapoteo embarrado habitual. Y, como casi siempre, la libertad de prensa y el derecho a la información de los ciudadanos en el punto de mira con la excusa de la lucha contra la pandemia. Que las conferencias de prensa de cada día en Moncloa se hagan con un cribado previo de las preguntas que remiten los periodistas es bochornoso. No es nuevo esto, claro. Pero en el tiempo se va alargando y empeorando. El 30 de abril de 2008, los directores de los principales periódicos firmaron una declaración en la que denunciaban la proliferación de las llamadas declaraciones institucionales, esa farsa informativa en la que se toma a los periodistas por correveidiles. En 2011, 40 medios de comunicación, entre ellos DIARIO DE NOTICIAS, suscribieron un Manifiesto contra las ruedas de prensa sin preguntas y otras anomalías informativas que denunciaba los intentos de manipulación de la información por los diferentes estamentos de poder. Más tarde llegó Rajoy con su plasma televisivo. Y ahora el filtrado previo de preguntas ante una cuestión tan extraordinaria y que genera tanta inquietud y dudas sobre la verdad, las decisiones, las medidas, el presente y el futuro inmediato en la sociedad como la crisis del coronavirus. Evidentemente, no es una actitud de blindaje exclusiva de la clase política. También, y en mayor medida aún, empresas y agentes sociales echan mano de este tipo comparecencias, o de mails, o de cortes de radio o televisión elegidos por los aparatos de los partidos, o de comunicados que elaboran sus gabinetes de prensa para entorpecer en muchos casos el ejercicio de esta profesión. Antidemocrático, pero sobre todo absurdo, ridículo e inútil. La información siempre sale a flote. Antes o después.