Estos días hemos salido de paseo. Más allá de la práctica deportiva que amasa músculos y hace bombear con fuerza el corazón, salir a pasear siempre ha sido una buena excusa para aunar esfuerzo físico y actividad mental, porque se puede pasear por pasear y pasear para pensar. Hemos intentado cumplir lo mejor posible lo de las franjas, fases, tramos, distancias y entornos, pero todos nos hemos lanzado a los caminos y ahora intentamos matener la costumbre de recorrer la ciudad y sus aledaños, de patear calles de cuando éramos unos críos y, en la andada, toparnos también con caras que hace tiempo no veíamos y que se han aplicado el paseo como rutina sana y actitud liberadora después de tantos días amarrados al sofá, mientras el mundo se derrumbaba ahí fuera. Que se sigue derrumbando por el ruido que se oye. Agarrados a la calculadora y quizás a algún ERTE, los ciudadanos no nos esperábamos que el escenario después de esta batalla, porque sigue aquí una pelea larga y confusa porque el enemigo es aún un bicho peligroso e imprevisible, no nos imaginábamos que lo que llegaba tras la crisis de la pandemia era semejante lodazal de crispación, dialéctica baja y manifestaciones repugnantes. Hace tiempo que la política venía haciéndose sitio en el espacio facilón de la bronca, la bufonada y el titular por el titular, pero es que muchos están lanzados. Algunos analistas hablan ya de infantilidad en buena parte del discurso público, deliberada violencia verbal y cálculo del exabrupto. Palabrería sobre las emociones y pocos argumentos. Ni una mínima capacidad o habilidad para crear una duda. Estos tiempos vacíos están siendo analizados, como también la ausencia de categoría para mostrarse a la altura de la crisis, que aprieta, en el mejor de los casos, y asfixia y tumba, en el peor, el presente de muchos y el futuro de los esperan turno para hacerse un sitio en la vida. Esta gran crisis nos sigue poniendo en nuestro sitio, los últimos de la fila en el patético espectáculo de la toma de las decisiones, siquiera de algún remiendo de urgencia. Ni interés general, ni aproximación a los problemas de verdad. Miradas al pasado, nada de futuro. A paseo.