a mayor parte de la gente ya no sueña con la revolución, sino que la teme", la cita de Piotr Sztomka sirve para preguntarse: ¿Dónde está la izquierda ante esta pandemia para cuestionar el impacto de normas, estrategias y dinámicas que se están reconstruyendo? ¿Dónde está esa izquierda radical, no institucional, anti sistémica por devoción, esa izquierda insumisa a los estallidos de narcisismo individual, la que se viene arriba en los barrios, en los movimientos periféricos; esa izquierda que siempre ha puesto la mentira contra las cuerdas, la que fuerza las puertas del presente? ¿Dónde?

Mientras la vida se ha sanitarizado y un nuevo higienismo social nos gobierna, amanecemos entumecidos por cifras y estadísticas que nos reconducen hacia una privatización de nuestras prácticas y responsabilidades. Y apenas reflexionamos sobre qué está ocurriendo en nuestras cabezas, cómo está influyendo en nuestras subjetividades o por qué la izquierda está ausente frente al desafío interpretativo del nuevo orden que se está construyendo.

Se echan en falta planteamientos radicales más allá de las desobediencias ciegas, las afirmaciones negacionistas, los antivacunas, los terraplanistas fobiopandémicos, y toda esa corte de iluminados y místicos que han encontrado al chivo expiatorio o al villano que nos conforte. Urge desmantelar las narrativas dominantes sí, pero desde lo común y repolitizadas. Porque esta crisis ha reducido la vida a una condición biológica y ha perdido su dimensión política. Y en esa trampa han caído muchas voces. Por eso alguien debiera hackear la pandemia. Para politizar las respuestas y también las preguntas que deberíamos hacernos más allá del manto individualista y neoliberal que revisten nuestras preocupaciones y ansiedades. Aunque solo sea para huir del telediario.