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Café bebido

Noche de difuntos

uede que este terrorífico año sea el menos indicado para celebrar la Noche de Difuntos, pero es lo que toca el sábado por la noche. No está el ánimo para celebraciones y no es lo más conveniente ir por las casas en cuadrillas pidiendo caramelos y menos aún juntarse para cenar o merendar. Aún y todo, es una buena ocasión para jugar con el miedo y de paso pensar un poco en la muerte y en el más allá, aunque sea dentro de la "burbuja de convivientes y personas más cercanas". Yo tengo que reconocer que últimamente me he reconciliado con esta fiesta. Hasta hace poco la veía como una invasión del Halloween yanqui, una moda con la que nos bombardean con clarísimos fines consumistas. Ahora, sin embargo, estoy aprendiendo que no tenemos por qué dejar de lado una fiesta tan atractiva puesto que forma también parte de nuestra cultura. Gracias a investigaciones y el trabajo de algunas asociaciones y colectivos populares, estamos viendo que todas estas costumbres tienen su origen en el modo de vida rural y han sido frecuentes en muchos lugares de Europa. Lo de vaciar calabazas, ponerles una vela dentro y dejarlas en las orillas de los caminos es algo que se ha venido haciendo hasta hace poco en Lesaka, por ejemplo, sin ir más lejos. Muy interesante en este sentido la iniciativa de la asociación Euskaltzaleen Topagunea, que ha creado una página web (gaubeltza.eus) en la recogen abundante información, testimonios y proporcionan un montón de recursos para organizar cositas a nuestra medida y conforme a una serie de valores.

Así que ánimo, feliz noche de difuntos y a las once todos en casa, incluidos adolescentes. (Algo bueno tenía que tener la pandemia, ¿nos os parece, madres y padres?)