Titular así ahora mismo es ya hacer humor negro. Y te introduce en la máquina del tiempo para luego expulsarte en el año que prefieras. 2007. La vida era bella, los precios de los pisos, hiperrealidad demente y nuestra existencia, cómoda. Creíamos que las cosas nos iban bien. Y de hecho, visto desde hoy, nos iban fastuosamente bien. Dábamos carpetazo a la semana laboral y nos lanzábamos a los brazos de un directo en el Kafe Antzoki (sustitúyelo por la sala/club/bar que prefieras) rodeados de cuerpos, líquidos en vasos compartidos y, por encima de todo, ganas de pasarlo bien. Con los amigos, con la música, con desconocidas que te contaban su existencia comprimida en tres minutos en el lavabo. Con personas con las que conectabas tanto que generabais un arco de energía fotovoltaica que incendiaba las horas y las reducía a segundos. Tampoco hacía falta replicar Miedo y Asco en Las Vegas ni volver a casa tatuado en partes del cuerpo que no alcanzas a verte sin espejo para que guardaras esa noche en la caja negra. 2014. Los tacones se desintegran y desaparecen, los hijos nacen, los años se cumplen. La noche ya no forma parte de tu ecosistema natural y en los biorritmos que te rigen ha sido sustituida por la tarde o incluso por esa mañana de sábado muy eventual que arranca con un primer vermú y, si se conjugan los astros, la meteo, la logística y la química portentosa que generan los amigos y provoca llamaradas de felicidad, aún puede ocurrir que nadie sepa cómo acabará. 2020. La cosa puede arrancar en una coctelería o en el banco de un parque cervecita del súper en mano, avanzar por un bar de monólogos en el que descubrir a una talentaza del humor con gafas enormes y labios rojos y derivar en la epifanía de un karaoke, una sala de Urgencias o una conversación davidlynchiana en un tanatorio. Hoy, 20 de noviembre, todo esto ocurre sobre la mesa de tu sala. Hoy se sale ha quedado reducido al nombre de un juego de cartas. (El 20-N también nació mi querido cuñado, fusilaron a Primo de Rivera, murió Franco y asesinaron a Santi Brouard y Josu Muguruza, pero a veces dos minutos de ligereza te dan la vida).