asi un mes de Black y de Friday a lo largo de noviembre, ha rugido como la puesta en marcha de las compras de Navidad. Y la ocasión de estos días de celebración de la fiesta de los descuentos nos puede crear el mismo paisaje emocional que produce el encendido navideño, y que produce Santa Claus o produce Papá Noel. Parece ser que esta fiesta global de descuentos que llegó por 2012 lo ha hecho no solo para simplemente quedarse, sino también para imponerse y expandirse. Francia, por ejemplo, sin posibilidad alguna de cancelar o restringir esta fiesta a causa de la pandemia, la ha pospuesto para que comience a partir del 4 de diciembre.

Pero, eso sí, en contraste con las fiestas navideñas, los días de celebración de esta fiesta global de descuentos nos eximen de tener que engullir calorías hasta hartarnos o de tener que transportar nuestra cruda realidad a otra mejor que se nos concede solo para esos días de fiesta de Navidad. En cualquier caso, se trata de Occidente, se trata de nuestra sociedad de consumo, de consumo también de ilusiones, de ilusiones de autonomía, de ilusión democrática. Pudiendo decidir, elegir y expresarse.

Es quizás el sueño europeo por el que se lucha a través de dos grandes rutas migratorias desde Oriente. La ruta a través del Mediterráneo central, desde las costas de Libia; y la ruta a través del Atlántico, desde el norte de África. La primera, una de las más peligrosas, está convirtiendo esa área del Mediterráneo en un cementerio. Ya que según la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), desde comienzo de este año ya van unas 575 muertes. Y la ruta del Atlántico, no menos peligrosa, está concentrando en Canarias, en lo que va de año, más de 11.000 personas, según la OIM. Desbordando las capacidades de respuesta y de atención a una situación de retención de personas que va empeorando cada vez más. Y, al frente de esa frontera europea de estas rutas, dos países fuertemente golpeados por la pandemia: Italia y España.

Además, en el centro humano de estos episodios de riesgo y destino o desdicha, se encuentran refugiados e inmigrantes procedentes de Libia, Nigeria, Gambia, Burkina Faso, Egipto, Sudan, Níger, Siria, Mali, Bangladés, Mali, países norteafricanos, etcétera. Refugiados e inmigrantes que quieren dejar atrás los abusos de derechos humanos, la explotación, la hostilidad, la extorsión, la pobreza extrema, la inseguridad alimentaria y el cambio climático, la pandemia€ Y que para ello se ponen a merced de contrabandistas y de embarcaciones con motores básicos y atestadas de personas. Abriendo rutas nuevas, cuando otras se refuerzan de controles como la del estrecho de Gibraltar, o de controles fronterizos permitidos por los acuerdos entre la UE y Libia y Turquía.

Todo para conseguir un mundo de derechos y de facilidades para ganarse una vida mejor. A pesar de que cada persona que llegue traerá consigo, ya inicialmente, una deuda implícita que tendrá que afrontar este mundo de Occidente de derechos y facilidades. Y aunque luego, la cruda realidad construya la inmigración oprimida, el racismo, la xenofobia, y sus respectivas políticas.

Y, es en el escenario de estas políticas, en la que fracasa la integración de los que van llegando. Al igual que está fracasando, en esas rutas tan fatídicas y en tierra y en mar, el control de llegadas, la capacidad de rescate, la búsqueda de soluciones. Todo por la falta de acuerdos.

El complicado debate de la declaración conjunta (sin terminar) de los gobiernos de la Unión Europea frente a los recientes ataques de terrorismo es un ejemplo de desacuerdos. El principio básico de esta declaración relaciona el extremismo violento con el fracaso de los inmigrantes en integrarse. Países como Holanda, Suecia, España, Italia y Luxemburgo lo hacen, poniendo el foco en el islamismo. Sin embargo, del borrador de esta declaración se han retirado, por desacuerdos, contenidos como: referencias al Islam, que los recién llegados aprendan la lengua de su destino y se sustenten por ellos mismos, la aplicación de sanciones para aquellos que fracasen en integrarse. En contraste con la pretensión de este borrador de declaración de ser solidario, ayudando a la integración y a la educación en línea con los valores y derechos fundamentales europeos.