a prensa se ha hecho eco de la noticia con estas palabras: "El Club Atlético Osasuna dedicará la sala de prensa del estadio de El Sadar a Michael Robinson, exfutbolista rojillo que falleció el 28 de abril de 2020".

Lo primero que nos gustaría saber es qué se quiere decir con la expresión "El Club Atlético Osasuna". ¿A quién se refiere exactamente el término club? ¿A la junta directiva? ¿A los socios? ¿A la masa de aficionados? ¿A todos a la vez como si se tratara de un bulto informe, sin personalidad propia?

Dicho con otras palabras: ¿quién ha decidido que la sala de prensa de Osasuna del estadio de El Sadar se denomine con el nombre del exfutbolista Robinson? ¿Lo ha resuelto así la junta directiva a solas? Si es así, habría que señalar que la junta directiva del club lo ha hecho sin consultar con el resto de los que configuran la entidad osasunista. Pues no conviene confundir una decisión unilateral con una decisión tomada en asamblea por quienes forman parte de lo que por activa y por pasiva se ha llamado "familia osasunista".

De hecho, en la historia de Osasuna ha habido cantidad de presidentes de las juntas directivas que al referirse al club han utilizado expresiones del tipo "todos somos Osasuna" y "Navarra entera está con Osasuna", porque, según dicen, "es imposible que, "siendo uno navarro, no sienta los colores de Osasuna". Y, en definitiva: "somos Osasuna" y "eso nadie nos lo va a quitar". Un "eso" que parece conformar esa identidad que revolotea metafísicamente sobre el club desde hace, por lo menos, noventa años.

Y todo eso estaría muy bien para mantener "el espíritu" y "el alma osasunista", esa que al parecer vino buscando Robinson cuando aterrizó por estos lares, pero no lo está tanto cuando se toman ciertas decisiones que afectan a todo el club, no solo a los directivos, sino también, a los socios que en esta historia parecen haber sido convidados de piedra, mientras no se diga lo contrario.

Recuerde la actual junta directiva cómo se eligió el nombre de Osasuna, tras varias reuniones en el café Kutz con la presencia de quienes tenían algo que ver con el evento. Pues eso. Si no nos equivocamos, el club sigue inmerso en la efemérides de su centenario y durante estos últimos meses se han publicado varios libros relativos a la historia de Osasuna. En ellos, se ha recordado desde distintas perspectivas quiénes fueron sus fundadores, sus primeros jugadores, sus juntas directivas, sus presidentes y vocales, su equipo técnico, tanto entrenadores como a su más emblemático masajista, Vicente Rey, nombres sin los cuales el actual Osasuna no sería lo que ha sido y es, sea lo que sea.

La mayoría de todos esos nombres se habrían sepultado en el silencio de la más profunda sima si esos libros no hubiesen relatado su épica particular. Muy pocos, excepto los profesionales del fútbol, algunos historiadores y gente muy longeva, habían oído hablar de Rasero, los hermanos Pi, los hermanos Azagra, los hermanos Olazarán, los hermanos Aizpún, los hermanos Urdíroz, los hermanos Bienzobas, los hermanos Ilundain y, en fin, los Meaurio, Muguiro, Goiburu, Altadill, Vergara, Baraibar, Urreaga, Catachú, etcétera.

Los primeros y algunos de los segundos citados formaron parte de los clubes que sembraron y alimentaron el futuro sueño de Osasuna, como lo fue E. Urdíroz que, como entrenador y jugador, llevó al equipo a primera división en la temporada 1934-1935.

Como quiera que el nombre de Robinson está destinado a una sala de prensa, estaría bien recordar a dos personas fundamentales en la historia del club, Marcos Aizpún Andueza y Alberto Lorenzo Lamas, ambos periodistas.

Marcos no solo participó en la creación de las primeras asociaciones deportivas de Pamplona, germen fundamental de Osasuna, sino que fue el periodista que, desde las páginas de El Pueblo Navarro, en 1920, más se esforzó en convencer a aquellas de la necesidad de crear un equipo que pudiera competir con el resto de los equipos, no solo de Pamplona, sino de la región. Solo por justicia deportiva debería el club dedicar a Marcos Aizpún Andueza un reconocimiento público y para ello nada mejor que haberle dedicado el nombre de esa sala de prensa in memoriam. Y acompañándolo, Alberto Lorenzo Lamas, alias Begiluce, cuyas crónicas deportivas en el periódico La Voz de Navarra mantuvieron vivo ese "espíritu deportivo" de Osasuna que tanto gusta.

Nadie discutirá el nombre al bueno de M. Robinson. Es evidente que el jugador de Leicester forma parte de esa tradición, pero nada comparable con la de los jugadores pioneros de Osasuna y su gran valedor, Marcos Aizpún Andueza. Y, en fin, tratándose de bautizar una sala destinada a la prensa, ¿qué detalle mejor hubiera sido poner el nombre de un periodista de la tierra y que para más información, fue el tutor ideológico de Osasuna?

Coautor de 'Osasuna 1936. Golpistas, represaliados y fascismo', Editorial Pamiela