n estos meses de verano se mezclan peligrosamente los deseos con los derechos. El tengo derecho, con el quiero o deseo algo. La pandemia nos ha puesto ante un espejo social que no siempre nos devuelve la imagen que nos gustaría ver. Tantos meses de aprendizaje dejan claro lo poco que somos capaces de aprender de manera colectiva, cuando el beneficio no es para uno mismo sino para la sociedad. Suspendemos en solidaridad y empatía, dos asignaturas claves en la vida y nos queda pendiente la convivencia y el respeto. Es verdad que tenemos que proteger nuestros derechos ante la situación excepcional que nos ha tocado y nos toca vivir. Pero no es menos cierto que estamos confundiendo a qué tenemos derecho con aquello que deseamos. La Salud es un derecho universal que debemos proteger, pero no tenemos derecho a otras muchas cosas que queremos. Y es que proteger los derechos es un asunto social y solidario. Es pensar en el bien común; exigir para ti sabiendo que ese logro es para todos y todas, hacer las cosas por el beneficio para la sociedad a la que pertenecemos. Mientras que los deseos se quedan en el yo, en el bienestar individual. Y me da que hay demasiado yoismo en esta época pandémica, mucho egoísmo disfrazado de protección de derechos, demasiada libertad en manos de partidos que jamás la han defendido. Triste ver que solo se respeta lo establecido cuando lo dicen los tribunales, cuando importa más la multa que la salud.