na amiga pregunta en un chat cómo podríamos ayudar las mujeres de todo el mundo a las mujeres de Afganistán en estos momentos tan duros que están viviendo. Produce escalofríos solo ponerse en el lugar de esas mujeres que van a ser sometidas en breve a las normas del Estado islámico, van a ser privadas de todos sus derechos y se convertirán en ciudadanas de segunda clase al servicio de los hombres.

Se puede firmar un manifiesto titulado Abrid las puertas a Afganistán y las afganas para que la comunidad internacional exija a los talibanes que dejen salir a todas las personas que deseen abandonar el país, garantizando unas mínimas condiciones de seguridad. Y también se exige el compromiso recíproco por parte de la comunidad internacional para acoger a los refugiados y refugiadas. Está bien el documento y, si lo firman muchas personas, puede que ejerza algún tipo de presión, pero es poco probable que lo que se pide suceda. Lo que sí sucederá lamentablemente es lo contrario. Los talibanes no van a permitir que nadie abandone su país porque ellos no ven ninguna razón para hacerlo cuando afirman que las mujeres van a vivir muy bien bajo su mandato. Por otra parte, la comunidad internacional tampoco va a acoger a los refugiados y refugiadas.

Nuestra presidenta ha declarado su intención de recibir a refugiados afganos en Navarra. Lo celebraré cuando lo vea. Lo cierto es que actualmente los mandatarios europeos, entre ellos los de su partido, están ya preparando cómo mantener a esta esperada oleada migratoria lejos de Europa, en Pakistán, en Turquía etcétera, mediante la firma de acuerdos de cooperación. Por ejemplo,en la crisis de Siria, en el año 2015, Alemania (con Merkel) fue generosa y abrió sus puertas a los exiliados, pero ahora no parece que lo vaya a hacer: hay elecciones en octubre y temen a la extrema derecha.

De manera que, por una parte, los talibanes no van a dejar salir a nadie y, por otra, Europa tampoco va a recibir a esos refugiados de la forma en que debería hacerlo según los principios que se le suponen.

Con lo cual si las cosas no mejoran, exceptuando los pocos y pocas que consigan salir en algún vuelo oficial, el resto de personas que quieran abandonar el país tendrán que hacerlo de forma ilegal, en condiciones pésimas, atravesando montañas y cruzando el mar en pateras, para acabar en algún campo de Lesbos o Leros. Campos de refugiados en los que actualmente ya hay miles de afganos.

Por lo tanto, pensando en la pregunta de mi amiga, se me ocurren dos cosas que podrían ayudar a estas mujeres. Primera, cuando llegue la hora de ir a votar en las próximas elecciones, acordarnos de no votar a partidos que cuando acceden al poder cooperan militarmente en la invasión de otros países y firman acuerdos migratorios vergonzosos. Segunda, hay que arrinconar y evitar totalmente las religiones intolerantes que no dejan vivir en paz, a veces ni siquiera vivir, a los que no comulgan con su credo.