as graves inundaciones que han tenido lugar en Navarra estos días pasados han sido demoledoras y han ocasionado un balance de daños humanos y económicos muy importantes, entre ellos, la muerte de dos personas, una mujer en Sunbilla y un hombre en Elizondo.

Según datos suministrados por organismos oficiales, esta riada ha sido la más importante del siglo XXI, superior a las registradas en 2015 y 2003. Pero, aún y todo, podría haber tenido una magnitud muy superior si el Pirineo no hubiera sufrido dos semanas antes una sequía tan grande, por lo que, paradojas de la vida, parece que la sequía en esta ocasión ha sido beneficiosa para que no hubiera una catástrofe mayor.

Y, al calor todavía de las inundaciones, surgen, entre otras, algunas cuestiones a analizar y debatir, como, ¿la limpieza de los ríos es la solución a las riadas?

Hemos oído estos días declaraciones de la mayor parte de los grupos parlamentarios navarros, con alguna excepción, a algunos alcaldes y a un sindicato agrario, reclamando la "limpieza" de los cauces de los ríos, y afirmando que las inundaciones han sido debidas a que los ríos no están limpios.

Sobre la limpieza de río convendría aclarar algunas cuestiones. Existen algunas ideas que vienen de antiguo de que los ríos que tienen vegetación están sucios y por lo tanto deben ser limpiados regularmente como si de una calle se tratara.

Los ríos, cuando tienen vegetación, no están sucios, tienen lo que tienen que tener para ser ríos y crear distintos hábitats. La vegetación de ribera es primordial para el mantenimiento de la calidad ecológica del río.

Un río está sucio cuando contaminamos sus aguas con desechos, cuando depositamos escombros y numerosos residuos echando basuras de todo tipo y utilizando el río como un auténtico vertedero. Esto sí es un río sucio que debe ser limpiado. Una correcta gestión del espacio fluvial debe favorecer siempre la existencia de vegetación en el río.

Cuando las riberas están cubiertas de vegetación, las aguas del río erosionan más el lecho que las orillas y el cauce es más estable reduciéndose, también, el riesgo de desbordamientos en ese tramo. Cuando se producen desbordamientos del río, hay que decir que la vegetación de ribera contribuye a disminuir la velocidad y la fuerza de la corriente y a retener los sedimentos y los sólidos de mayor tamaño.

Además, un bosque de ribera impide que los rayos de sol incidan directamente sobre las aguas, evitando el calentamiento excesivo de éstas. También favorece las condiciones de refugio para la flora y la fauna, posibilitando una variada biodiversidad.

En general, las inundaciones son el resultado de lluvias fuertes o continuas que sobrepasan la capacidad de absorción del suelo y la capacidad de carga de los cauces de los ríos. Esto hace que un determinado curso de aguas rebase su cauce e inunde las tierras adyacentes, es decir, los márgenes fluviales, dentro de la vega o llanuras de inundación.

"Cuanta más anchura, más espacio, le demos al río, mejor será". Esto lo dice Alfredo Ollero, profesor titular de Geografía y Ordenación del Territorio en la Universidad de Zaragoza y uno de los principales estudiosos de las dinámicas del río en declaraciones realizadas al diario Público, y señala refiriéndose a la cuenca del Ebro que "en algunas zonas se han retranqueado motas (diques) y se han habilitado cauces de alivio y zonas de inundación controlada dentro del programa Ebro Resilience. Y, esta es la única solución".

Alfredo Ollero también viene a decir en uno de sus numerosos artículos que habría que poner siempre "limpiar" entre comillas, porque es una expresión inexacta. Realmente limpiar es eliminar lo que está sucio, por lo que en este caso este verbo debería restringirse a eliminar la basura (residuos de procedencia humana) que pueda haber en los ríos.

Pero cuando se pide "limpiar un río", sigue diciendo Alfredo Ollero, no se pretende liberarlo de basuras, sino eliminar sedimentos, vegetación viva y madera muerta, es decir, elementos naturales del propio río. Se demanda, en definitiva, agrandar la sección del cauce y reducir su rugosidad para que el agua circule en mayor volumen sin desbordarse y a mayor velocidad. Este es uno de los objetivos de la ingeniería tradicional, por lo que hay abundante teoría y experiencia al respecto, y se basa en una visión del río muy primaria y obsoleta, simplemente como conducto y como enemigo, en absoluto se contempla como el sistema natural diverso y complejo que realmente es.

Técnicamente, por tanto, "limpiar" es intentar aumentar la sección de desagüe y suavizar sus paredes o perímetro mojado, es decir, dragar y arrancar la vegetación. Y para ello se destruye el cauce, porque se modifica su morfología construida por el propio río, se rompe el equilibrio hidromorfológico longitudinal, transversal y vertical, se eliminan sedimentos, que constituyen un elemento clave del ecosistema fluvial, se elimina vegetación viva, que está ejerciendo unas funciones de regulación en el funcionamiento del río, se extrae madera muerta, que también tiene una función fundamental en los procesos geomorfológicos y ecológicos, y se aniquilan muchos seres vivos, directamente o al destruir sus hábitats. En definitiva, el río sufre un daño enorme, denunciable de acuerdo con diferentes directivas europeas y legislación estatal.

Sin duda, es importante que hable la ciencia.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente