uyendo del frío busqué en las rebajas de enero...". Joaquín Sabina tiene siempre una letra a mano para cantar a las cosas de la vida. Y las rebajas -aunque en el caso del cantautor sea un artificio para arrancar la melodía- son parte inseparable del calendario postnavideño desde hace años. Impecable estrategia comercial esa de extraer los últimos cuartos que sobreviven en las carteras después de unas fiestas de excesos -exceso de comidas, exceso de regalos, exceso de felicidad, exceso de buenos deseos, exceso de coronavirus...- y que el cliente se vaya satisfecho "con unas chanclas que he encontrado", como escuché decir ayer a una chica que acababa de pasar por caja. Posiblemente las rebajas no son lo que eran; el black friday y las ventas por internet permiten perseguir buenas compras en cualquier fecha del año. Pero cuando se apagan las luces de Navidad, el colorido de los escaparates y los grandes carteles de promoción, mantienen vivas las calles y el trasiego de gentes en los centros comerciales. Sé de alguien que encontró el amor revolviendo en un cajón con ropa de saldo. Los dos pasaban por una etapa de rebajas emocionales, de escarcha en el corazón. Se fueron sin pasar por caja. Porque esas historias no tienen precio. Ni en tiempo de rebajas.